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Como curiosidad haré mención de un pozo de indios situado en la margen Oeste del Salar como á tres leguas de Siberia y que se encuentra al costado derecho de una huella ó camino de mulas que vá hacia la quebrada de Achibarca.

Tiene este pozo ó mejor hoyuelo unos veinte centímetros de diámetro, ha sido cavado á cuchillo; y para disimularlo y cui- darlo al mismo tiempo, está tapado con una piedra de las tan- tas que hay allí; de modo que sin saberlo, es imposible dar con él, y un viajero sediento podría perecer de sed, á su lado sin sospechar siquiera su existencia.

En tesis general puede afirmarse que el agua no falta en el Salar de Caurcharí, haciendo pozos y sobre todo teniendo pro- lijidad para cuidarlos.

En esta meseta desolada, todo se presentaba de colores cla- ros y pálidos desde el blanco lejano de los nevados que se di- visaban y el blanco mate de los bancos de boratos, hasta los tonos cenicientos del caliche y los grises de los cerros pelados cercanos ó la nota verde-pálido de los manchones de tola y de más plantas leñosas cordilleranas que allí arraigaban. Este con- junto envuelto en una atmósfera diáfana, producía una sensación de tristeza y opresión inexplicables.

Felizmente transcurrieron rápidos los días que empleamos en nuestro trabajo hasta que por fin las primeras lluvias del mes de Febrero que siguieron á unos fuertes ventarrones en nubes de polvo blanco y salado, nos hicieron apresurar la vuelta.

Ya era tiempo; los víveres nos escaseaban á pesar de nuestras previsiones, esto habría podido allanarse, puesto que aunque un poco lejos y con bastantes dificultades siempre podíamos con- seguir algunas ovejas y llamas para comer.

Pero el inconveniente mayor fué la falta de forrage para las mulas, pues los escasos pastos y las pajas de que se alimenta- ban se secaban rápidamente y los animales enflaquecían cada día más.

En estas condiciones no podíamos continuar sosteniéndonos, á pesar de todo redoblando energías el Ingeniero San Román terminó su operación y muy pronto emprendimos el regreso por el mismo camino, dando por concluida felizmente nuestra misión.

Marzo de 1902.

Juan B. Ambrosetti.