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Lo seguimos en su nuevo curso al Este, observando á poco andar, como puede verse en el plano, que se le reunían otros dos ríos, el primero que venia del S. O. y al segundo del Oeste.

Allí boleamos un caballo picazo patria y pudimos enlazar una vaca orejana muy gorda y sin cria.

Por la misma margen marchamos con rumbo S. O. hasta los 44º28'45" de latitud y 71º21'30" de longitud, paraje en que establecimos nnestro campamento N°. 36. Allí, solitarios y combatidos por los vientos, se levantaban como fantasmas en la desolada amplitud del desierto, las tolderías del cacique Foyel que fué el último baluarte de la barbarie derruido por la fuerza de nuestra civilización victoriosa.

Los toldos abandonados, las lanzas rotas, los esqueletos de hombres y de caballos, las cápsulas servidas del remington y los girones de quillangos, de bombachas y chaquetillas de paño gris, nos anunciaron que allí hacia poco tiempo se había representado una trajedia de muerte.

En efecto, en el año ochenta y cuatro, el cacique Foyel se habia presentado al Teniente Coronel Laciar que con las fuerzas de su mando se hallaba destacado en la Colonia Chubut; pero el cacique habia venido acompañado solamente de sus ayudantes y se convino con el mencionado jefe que regresaría á sus campos escoltado por algunos soldados, los cuales le acompañarían en el regreso con toda la tribu.

Al Teniente Enseis del 5º de caballería le tocó desempeñar tan delicada comisión.