Página:Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia.djvu/165

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 149 —

uno su cacho se presentó para beber. El viejo entonces rodeado de sus altos barones, se acercó a las lanzas; todos tenian la cara hacia el oriente. Huincahual salpicó con aguardiente los mangos de las lanzas, i lanzó algunas gotas en la direccion del Este, hablando entre dientes. Cada uno de los asistentes hizo lo mismo, i en seguida habiendo bebido lo que sobraba en los cachos, se volvieron a los toldos. Hueñupan sacó las lanzas de tierra, i el caciqüe le mandó que fuese a esconderlas, así como tambien los boleadores, i todo lo que pudiese servir de arma ofensiva. Es una precaucion mui natural, porque una vez ébrios los indios, ya no saben lo que hacen. Dominga, mujer de mucha prudencia, nos dijo, soltando la fea palabra con que siempre adornaba el principio de sus frases: que escondiesemos tambien los cuchillos que llevabamos en la cintura.

Se habia mandado chasques a los toldos vecinos, para anunciar la buena noticia. Llegaron los indios, i principió la tomadura. Todos estaban sentados en el suelo, formando círculo al rededor de Huincahual, que presidia la ceremonia. El anciano se habia puesto en la cabecera de su cama, a fin de poder facilmente tocar retirada, si el aguardiente le subía a los sesos. Inacayal estaba a su izquierda, Jacinto, el mayor en edad despues de él, estaba a su derecha. Ala izquierda, de Inacayal, estaba Agustin el Tehuelche, en seguida las chinas. Porque éstas que casi nunca van a tomar a otros toldos, toman su desquite, cuando la fiesta se celebra en los toldos en donde viven. Al frente de Inacayal estaban sentados Gabino Martinez i Celestino el dragon; por órden del cacique tomé yo mi asiento en el centro, para tocar el flageolet. Despues del naufrajio, lo habia regalado a Antileghen, pero los indios son como los niños, tienen ganas de todo, i una vez en posesion del objeto, no hacen mas juicio de las cosas. Antileghen habia cambiado el flageolet por la guitarra que tenia Quintunahuel, i éste no pudiendo tocar el instrumento, me lo volvió sin dificultad. Me coloqué en medio del círculo con mi flageolet, Lenglier se sentó en el ángulo formado por la linea de los hombres, i la de las chinas. Algunos indios atrasados que iban llegando, formaron otro gran círculo bajo la prolongacion de la testera del mismo toldo. Traido el barril, del cual se habia sacado un poco reservadamente para satisfacer la sed del dia siguiente, Huicahual echó aguardiente en un plato i principió por pasar licor a los asistentes en un pequeño cacho. Despues, una vez animada la cosa, Inacayal ponia a los pies de cada uno un jarrito de aguardiente, con el cual cada asistente obsequiaba a su vecino. Entónces todos se soltaron a hablar