pasar sin ella en lo alto del cerro determinamos seguir por la falda del cerro ácia el norte, y por mas que llamamos al Yndio no nos siguió. Anduvimos bastante sin encontrar seña de agua, y al cabo fuimos en busca del rio [1], y lo encontramos mas pronto de lo que pensamos, porque como era llano no hacia ruido: y junto a un riachuelo que se apartaba del grande hicimos noche. Aunque llamamos al Yndio bastantes veces no nos respondió, lo que nos puso en bastante cuidado.
Dia 2 de Enero
Dormimos en medio del monte sin abrigo ninguno. Antes de amanecer comenzó a llover, pero no con fuerza, y para librarnos de la agua hicimos cada uno su toldo con una sabanilla de lana. Estuvo lloviendo en el valle, y nebando en los altos hasta cerca de medio dia, que cesó la agua, y al instante determinamos subir el cerro. Antes de comenzar a subir comenzó a llover; pero siempre proseguimos subiendo. Tardariamos una hora en llegar a lo alto de la quebrada, y nos hallamos en un llano hermoso lleno de arboles y cañas, pero todo quemado. Anduvimos mas de dos leguas ácia el Leste y al anochecer nos paramos para dormir junto a una quebrada que bajaba del cerro [2], en
- ↑ Conjeturamos que este rio, del que no se tienen mas pormenores, es el desagüe del último de los cinco lagos mencionados por Menendez, de la "otra laguna entre cerros" o sea del lago del Toro de A. P. Bell (?), i que cae a la "segunda laguna".
- ↑ Menendez ha llegado aquí al punto culminante de sus viajes, que es tambien para nosotros la parte mas importante bajo muchos conceptos.
Recordemos que subió dos dias ántes al cerro mediano situado a orilla del segundo lago, que siguió por la falda de otro cerro mucho mas alto a espaldas del primero i que alojó a su pié en una quebrada; por esta se dirijió el dia de la fecha al llano hermoso lleno de árboles i cañas que se estiende al E. por larga distancia i bajó a la noche a otra quebrada con agua de declive opuesto, de modo que ahora ya se hallaba en las vertientes del Atlántico. Nos pinta con pocas pinceladas bien diseñadas este punto tan conspícuo, que le fascinaba por abrirle la vista, desconocida i por tanto tan deseada, a las pampas o campañas ilimitadas con sus encantos fabulosos, pero en que con dolor se veia obligado a detener su marcha i retroceder.