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dado anclar, me hallé muy presto arrepentido de un reemplazo cuya mayor parte se componía de bandilos que habían sido acecinadores. Estos pervirtieron a los demás, y todos juntos maquinaron apoderarse de mí y del navio. Sorprendiéndome, pues, una mañana en mi camarote, ne maniataron, y amenazaron con arrojarme al mar si hacía la menor resistencia. Fuć preciso confesarles que mi suerte estaba en sus mahos que podían hacer de mi lo que quisiesen, y de este modo conseguí que me quitasen las prisiones, bajo palabra de honor, dejándome sólo un pie atalo a la armadura de la cama con centinela de vista, a quien dieron orden de matarnie si advertía alguna tentativa para escaparme, y pasaron a continuar su proyecto. La idea era ejercer la piratería con el navío; pero no tuvieron por suficiente su tripulación y resolvieron vender el cargamento dirigiéndose a Madagascar para reclutar gente. Entretanto, yo permanecía preso en mi camarote esperando con zozobra la suerto que me preparaban.

Elde mayo de, un tal Jacobo Welch entró a decirme que tenía orden de su capitán para ponerme en tierra quise detenerle y preguntarle a quién llamaban su capitán, mas todo fué inútil. Al fin me permitieron recoger mi ropa, dejándome la espada y algún dinero que tenía en las faltriqueras, que por política no me registraron, y me pusieron en la chalupa. Anduvimos como una legua, y me depositaron sobre la costa. Preguntéles qué país era aquél, y todos a una voz me respondieron:No estamos más enterados que vos; pero guardaos no os sorprenda la marea. Adiós.

Y la chalupa se alejó en el instante.

Dejé las arenas para buscar alguna altura donde sentarme a meditar qué partido tomaría, y después de haberme reposado un poco me interné en el país resuelto a entregarme al primer salvaje que encontra-