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Orotava y saludamos la ciudad con siete cañonazos, a que nos correspondieron con otros cinco. Es ociose describir una plaza que es tan conocida de todo el inundo.

Al cabo de ocho días, en los cuales tomó refrescos la tripulación, nos hicimos a la vela para la costa del Brasil en compañía de dos naves inglesas y otra enbarcación holandesa. Percibimos por la noche ana luz que parecía venir de algún buque, y al rayar el alba descubrimos un corsario argelino dando caza a la embarcación holandesa, hasta que la apresó. Quisimos acudir al socorro, nas no pudimos a causa do la gran calma, de suerte que el corsario remolcó su presa y se salvó a fuerza de remos.

Parte de mi gente se mostró descontenta de las órdenes que había dado para este socorro, diciéndome en tono de resentimiento que ellos no se mezclaban en los negocios de los holandeses: que los de esta nación no hubieran puesto una vela más para socorrernos si nos hubiesen visto en igual situación, y a esto añadieron todos que no estábamos para combates teniendo que hacer un viaje tan largo. Tenían razón, pues yo no hubiera obrado de esta manera a no ser por dar a mi gente una buena opinión de mi valor; y así les respondí que me había llevado la humanidad, pero que en adelante no se determinaría nada sino en Consejo de guerra. Anoté al mismo tiempo los nombres de los que habían de componerle, entregué la lista a la tripulación, y me la volvió con su aprobación pidiéndoine perdón de lo que había pasado.

Quedé contento de haberles dado gusto, porque me acordaba a menudo de lo que había sucedido en uno de mis viajes precedentes, y hasta San Salvador no hubo desgracia. Allí desertaron ocho marineros en la chalupa, y pareciéndome conveniento pedir licencia al gobernador para buscarlos, se me excusó di.