Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/363

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 362 —

Tres semanas estuvo la cosa oculta, y nosotros en un sosiego envidiable, teniéndome por la mujer más feliz del mundo, y mi esposo, para colmo de nuestra satisfacción, tuvo noticia de que había muerto la que le destinaban en Europa. Entretanto, principiando a manifestarse el fruto de nuestro amor, tuve que decir a mi esposo que declarase nuestro matrimonio antes que por precisión lo declarase yo. Me prometió hacerlo así, pero al mismo tiempo mi padre me propuso el enlace con su entenado, añadiendo que aunque estaba resuelto a ello, había diferido decirmelo por ver si se enfriaba su pasión que el tiempo sólo había contribuído a robustecerlo y que no había otro arbitrio sino que me dispusiese a casarme en la próxima Pascua.

Juzgad, señor, cómo me quedaría con este discurso imprevisto. Rogué a mi padre no me impusiese la dura obligación de obedecerle en una ocasión en que iba mi desventura en hacerlo: mas estaba muy firme en su resolución para sufrir que le contradijera, y sin escuchar palabra, me dejó, advirtiéndome que contaba con una ciega y pronta obediencia de mi parte.

Era ésta una de las pesadumbres más pequeñas que me reservaba la Providencia. A la mañana siguiente, cuando fuí a buscar a mi esposo para informarle de las intenciones de mi padre, me informó él también de que acababa de sondear al suyo acerca de nuestro matrimonio, contra el cual se había dejado arrebatar en términos que no solía, protestando que no consentiría jamás que entrase en una familia con quien había estado siempre desavenido. El rato se pasó en quejarnos el uno al otro sin resolver nada, y la noche fué todavía más triste: yo experimenté todas las penas de un despecho que presagiaba las desdichas de que iba a verme agobiada.