Página:Viajes de Gulliver (1914).pdf/367

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 366 —

nadie se alegró de su curación como yo me alegraba entonces de una enfermedad que miraba como una gracia del Cielo, que, apiadado, quería librarme de la vida. A pesar de mi dolor, di a luz un niño muerto, asistida de mi criada solamente; y recobré en seguida mis fuerzas, aunque no mi tranquilidad, después de haber echado al mar la criatura bañada con nuestras lágrimas.

»No era mi desdicha lo único que me afligía. La suerte de mi fiel compañera me hería igualmente, supuesto era su cariño el que la había arrastrado al precipicio, y habiendo podido ser feliz en Batavia si no me hubiera querido tanto; bien es verdad que sobrellevaba el infortunio con una constancia heroica. No parecía sensible sino para mí, hasta complacerse a menudo de que la Providencia la hubiese llevado allí para ayudarme a pasar trabajos. Pero cuanto menos se miraba a sí misma, más la miraba yo a ella, viendo la triste recompensa que recibía de su fidelidad y de su cariño.

»Todavía sufría otra mortificación más. Esta era la necia persecución del oficial mi conductor, a quien el recobro de lo que el llamaba mi belleza le tenía siempre a mi lado sin separarse un instante; no porque su condición y figura no mereciesen alguna atención, sino porque no habia ya hombre que pudiera agradarme de suerte que aun el no tratarle con rigor me costaba esfuerzos penosos. Por mi fortuna, el viento abonó y tuvo que saltar a tierra para comprar algunas provisiones a los javinos, con cuyo motivo recibió una herida mortal en una pendencia que tuvo con ellos. Puedo aseguraros que no lloré su muerte, porque me parecía un hombre capaz de hacer por violencia lo que el indigno Vant Nort había hecho a fuerza de artificios.

»Al día siguiente nos embarcamos. No hacía tres semanas que estábamos sobre el mar cuando nuestro.