resplandor de su divina belleza en el olímpico rostro. Byron notaba que en su familia los matrimonios producían frutos únicos. "Las alimañas feroces, las tigres, las leonas, añadía el poeta, paren poco." Largo tiempo rehusó nacer, como si temiera el mar de la vida, que debia agitar con sus pasiones, oscurecer con sus dudas y rizar tambien dulcemente con el céfiro de sus cantos. Fué necesario arrancarlo como por violencia á las entrañas de la madre, en las cuales parecía haberse fabricado ya una tumba. Cuando tocó la tierra, aquél sér nacido para volar por lo infinito, su pié se encogió como si la tierra le quemara. Fué desde su niñez cojo. Este hogar tempestuoso, este nacer rebelde, este padre disipador, este tio asesino, esta madre amargada que había perdido las dulzuras de su sexo en las espinas de su dolor, esta sangre hirviente, agitada, como las olas del mar por donde anduvieran errantes los normandos, esta cuna mecida por la desesperacion y regada eternamente de lágrimas, esta decadencia de una familia ilustre que parecia próxima á extinguirse en su último representante, esta cojera accidental, por la que sintió penetrar hasta su corazon mil veces el helado filo del ridículo, todas estas desolaciones le inspiraron aquella elegía eterna encerrada en sus versos, como una continuacion no interrumpida del primer amargo sollozo de su existencia.
Hay un sér que puede dulcificar todos estos dolores, que puede destruir todas estas tristes asperezas, la madre. Dios nos la ha dado para poner una gota de miel con sus puros besos en el acíbar de la vida. Dios la ha enviado junto á la cuna, para que al abrir los ojos, oculten las alas de su