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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

De aquella famosa logia madrileña La Solidaridad, donde tiene su raíz la masonería netamente filipina, fué el fundador Antonio Luna, así como el verdadero autor del Katipunan lo fué Marcelo H. del Pilar[1], que había venido á España huyendo de las molestias que en Bulacán, provincia de la que era natural y donde residía, venía experimentando desde que se verificara la manifestación, tantas veces citada, de 1.º de Marzo de 1888, en la que no consta que Pilar hubiera tenido participación ninguna[2].


    Normal de Madrid. Había ya publicado un estimable Diccionario Tagalo, el primero en que se adopta la ortografía novísima preconizada por Rizal. Serrano, atraído por los jesuítas, acabó por separarse de la Masonería, y, más aún, denunció á sus cómplices. — Véanse los Documentos políticos de actualidad, por mí publicados en el tomo iii del Archivo del Bibliófilo Filipino. — Finalmente, es digno de tenerse en cuenta que todas las figuras de gran relieve en los manejos de organización corresponden á filipinos ilustrados que estuvieron en Europa; en cambio los ejecutores, los que, con Andrés Bonifacio á la cabeza, se echaron al campo, eran, sin excepción, de la plebe, indoctos y ni uno solo había salido de su país.

  1. Ambas noticias constan en el folleto La Religión del Katipunan, por Isabelo de los Reyes. 2.ª edición. Madrid, 1900. Pág. 57.
  2. «A fines del año 1888, Marcelo del Pilar, abogado de Bulacán y filibustero furibundo, considerándose en peligro de ser deportado como consecuencia del expediente gubernativo que le instruía en la referida provincia [con el inevitable informe de los frailes], decidió trasladar su residencia á España, bajo el amparo de ciertos elementos del país. En aquellos días se creó en Manila un Comité de Propaganda, formado por Doroteo Cortés [verdadero padre de la Manifestación de Marzo], Ambrosio Rianzares Bautista, Pedro Serrano y Deodato Arellano, bajo la presidencia del primero, con la misión de recaudar recursos pecuniarios entre los elementos exaltados para propagar por el Archipiélago toda clase de folletos y proclamas encaminadas al desprestigio y escarnio de las Ordenes monásticas y de la religión, así como de difundir por el país las doctrinas democráticas; por último, se convino en nombrar una Delegación que dependiera directamente del Comité recién constituido, Delegación que había de residir en Barcelona, y dedicarse á gestionar de los poderes públicos la concesión para el Archipiélago de mayores libertades y la representación en Cortes en primer término: para sostener y defender estos ideales, y algunos más, se autorizó la fundación de un periódico quincenal [La Solidaridad]. El Comité de Propaganda llenó cumplidamente su misión, conquistó todo el elemento pudiente de Luzón, recaudó grandes cantidades, y Marcelo del Pilar marchó á la Península, instalándose cómodamento en la Ciudad condal á costa de sus paisanos.»
    Transcribo estos párrafos de la Memoria oficial de D. Olegario Diaz, jefe del cuerpo de Seguridad de Manila, fechada el 28 de Octubre de 1896. Pilar era «filibustero furibundo», porque perseguía ideales democráticos, porque no amaba á los frailes, porque ansiaba que su pais tuviese representación en Cortes. Este criterio oficial es el que ha predominado entre los españoles de Filipinas. Dicho se está que con tal criterio, paraban en filibusteros (hechos por nosotros) los que no habían soñado con serlo. Por lo demás, el pobre Pilar pasó en todo tiempo grandes apuros; vivió años enteros en Madrid en una casa de huéspedes modestísima. Y cuando, en 1896, quiso regresar a su país, la colonia filipina en España echó un guante y logró reunir lo suficiente para que regresase en tercera. Pilar