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do siempre los libros de los antiguos sabios, se aparta siempre mucho mas de su felíz sencilléz. En el siglo décimo-quinto se formó otra escuela, á la qual acusan de ateismo. Sería temeridad que nosotros pronunciaramos acerca de los pareceres de estos letrados, cuyos escritos no tenemos: y puede ser tambien que lo fuera, si los tuviesemos.
Hemos visto que en la antigüedad mas remota, los Chinos daban á Dios el nombre de Khang-ti, Dominador Supremo.
Pero los letrados modernos en vez de Khang-ti, dicen que reconocen por primer principio el Tai-kie; el gran término, la razon universal del ser; y este Tai-kie, parece ser, segun ellos, material. Les es necesaria una autoridad, porque la razon ni el error no osan sostenerse ni caminar sin apoyo: y ellos saben encontrarla en un pasage obscuro de Confucio.
Nos hallamos distantes de querer defender aquí á los letrados modernos: ellos son ateistas, puede ser; pero los antiguos no lo eran, porque reverenciaban ciertamente á un Dios en el Khang-ti, é igualmente en el Tien, aunque esta palabra no significa propiamente otra cosa que el Cielo. No juzguemos á aquellos hombres venerables sobre una palabra, sino sobre su conducta, que la explica. ¿Hacian acaso por el Cielo material, ó por el material Tai-kié sus libaciones? ¿Era á un ser sin inteligencia á quien ofrecian sus sa-