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druple». Jesús, repuso :—«Hoy ha venido la salud a esta casa, porque él también es hijo de Abraham. Pues el Hijo del Hombre busca y sal- va lo que había perecido.»
En el siglo vi, Antonino el Mártir, visitó un oratorio construido sobre el árbol. Ahora no se le conoce ; pero se muestran las ruinas del ho- gar del publicano. Es un edificio pétreo, cuadra- do, sin más forma que la geométrica de su cubo. Copiándolo, encontramos a un pintor inglés. Nos dice que el clima de Jericó, sienta a los enfermos: del pecho. El está tísico, no tanto por, los microbios, como por el trato de los hombres. Ha seis meses que tiene la felicidad de no ver un viajero, y su cura es doble. Vuelve a mirar la casa, para seguir pintando, pero antes nos pre- gunta :—«¿ Hay alguna noticia importante ?»— «La reina Victoria ha muerto» —respondemos. Nos hace repetir la información ; se pone de pie, y, sacándose la toca, grita: «Viva el rey». Los beduínos lo miran con extrañeza. Esta vez, ya sentado, pinta firme ; comprendemos que la en- trevista ha concluido, saludamos, y no respon- de: absorbido, añade ocre rojo al gris de una piedra.
Un instante de galope nos lleva a la fuente
