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BASILICA DEL SANTO SEPULCRO

Visitemos detenidamente la gran basílica. Desde la muerte de Jesucristo, nos dice la obra del Padre Lievin de Hamme, el Gólgota y el Santo Sepulcro recibieron el constante home- naje de los cristianos. Después del sitio de Ti- to, que no dejó piedra sobre piedra, según la expresión bíblica, San Simeón condujo sus fie- les a la ciudad de Pela. De allí volvió a Jeru- salén, buscando entre los escombros los sagra- dos lugares. Por su parte, los conquistadores bicieron todo lo posible para profanarlos. Adria- no llegó hasta dedicar el Calvario al culto de Venus, y el Sepulcro al de Júpiter. Constanti- no acabó con los sacrilegios. La emperatriz Elena quiso glorificar las ruinas. En su celo