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En el recinto caben cuatro personas. El mármol cubre no solamente la antigua roca sino la especie de banco en que Jesús fuera tendido. Santa Elena vistió el sepulcro de alabastro : las placas se desquiciaron en 1555, y el Custodio de entonces, el padre Bonifacio, las cambió por las actuales. Los griegos, en 1808, renovando el edículo, respetaron la vestidura interior: de modo que el Sepulcro no da la impresión de roca viva de que hablan los Evangelios.
La piedra del sarcófago está partida. Lia co- ronan un alto relieve en plata, donde Jesús se eleva ante los guardias, dormidos; un óleo de la Resurrección, y un bajo relieve en mármol, con el mismo misterio. En el silencio arden lámparas y cirios, pertenecientes a diversas con- gregaciones, y se apoya en tres muros una cor- nisa de piedra purpúrea : los franciscanos co- locan en ella el altar portátil para decir su misa a la hora del alba.
De la capilla del Santo Sepulero vamos a la de los ortodoxos, que se eleva al frente. En la Edad Media fué coro de los canónigos latinos. En realidad, su construcción forma la gran na- ve de la basílica. La aisla del templo una in- mensa reja, y de todas sus bóvedas, penden