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á pedir la restitución de un pedazo de su inmenso patrimonio, están prósperos.

Otros hacen su pequeña agricultura trashumante, huyendo de desalojo en desalojo, hasta amontonarse como sapos á la orilla de las vertientes escondidas. Allí instalan sus aplastadas rancherías, donde por obra de quien sabe qué ley de selección secreta, concurren todas las degeneraciones posibles, bajo el imperio sombrío de los parásitos: Vacas con mas astas que debilidades en las patas; gozques afónicos y de un genio más insoportable que su sarna; cabras de barba venerable y flacura inverosímil; negras ovejas arqueológicas, que esperan el sacrificio ritual del villatun; y niños que en la penumbra de los ranchos duermen su herencia de hambre, con las cabecitas de luto reclinadas sobre la barriga de los cerdos.

Hay otros rezagos de tribus pastoras, que desde la conquista permanecen errantes por la cordillera ó por las llanuras inexploradas. Esos se asocian con los bandidos puestos fuera de la ley en Chile, y sólo de tarde