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Aquí va usted tranquilamente por la calle, y sin contar con los bofetones que desde lejos, pero sin cesar, le dan en el alma las mujeres feas y los hombres antipáticos, usted tiene que resignarse á que en su atmósfera radiante respiren y hagan cosas peores los estultos y los necios, diz que porque el hombre nació para vivir en común.

En el campo usted siquiera puede dejar ondear al aire libre las dilatadas flexibilidades de su yo; y si otros seres le invaden su existencia, usted perfuma con jardines salvajes las llanuras de su desolación, ó borra con el acero solar los óxidos de sus metales sanguíneos, ó brune con esmeriles siderables los timbres del júbilo y los espejos opacos de la melancolía.

Las ideas que aquí nacen bajo el patrocinio de los eruditos, se escapan agresivas del cerebro, como buhos huyendo de los sacristanes entre las ruinas de un templo.

Allá los pensamientos nacen como redentores, con sus carnecitas de rosa perfumadas por el aliento de los burros y los bueyes... A qué hora sale el trent—dijo desapa-