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este punto piensan la generalidad de los escritores hemos de pasar en silencio.

Cuando la crítica en general señala decadencia ó degradacion; cuando denuncia la falsa literatura oficial, tan amanerada como poco espontánea; cuando intenta librar al pensamiento de la inquisicion del poder y de la corrupcion al gusto, la crítica es útil cual todo medio de protesta empleado en los tiempos de infortunio para el arte y la libertad.

Frente al polizonte que secuestra, al fiscal que denuncia y al obispo que maldice, el caricaturista y el crítico.

Pero cuando el crítico es polizonte á su vez; cuando la envidia le inspira; cuando se ceba en el que libremente piensa y valerosamente dice; cuando se ensaña en el pobre desconocido escritor y olvida los grandes sacrilegos del arte, los grandes falsarios y aun los adula y sonríe, el crítico es un pobre diablo que tiene hambre.

De todos modos, el crítico, como dice Teófilo Gautier, es el eunuco del arte.

Quema incienso al éxito; si puede empañarle con su incienso, lo hace.

En cuanto al pobre escritor que alza cobarde y tardo su vuelo primero, ¡oh! á ese le aguarda la zarpada del crítico.

El crítico, que denuncia lo malo, puede ser inocente: en su propósito supone que el público, que el gran público no percibe, juzga y sentencia.

El crítico que, elevado en su trípode, es injusto, no

    expone. En este caso, como en todos aquellos en que tratamos asuntos literarios, científicos, y en general cualesquiera otros no enlazados intima y directamente con nuestra política, dejamos toda la responsabilidad de lo que en los artículos se sostenga al autor de los mismos artículos, lleven éstos su firma ó no la lleven.»