“Inmediatamente cercaron a los que bailaban, se lanzan al lugar de los atabales [tambores]: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron cabezas; les rebanaban la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredares los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse.
Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se entrometieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentaron ser muertos, se salvaron. Pero sí entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí…” (Informantes de Sahagún).
En el siguiente relato indígena encontramos una tenue muestra de las matanzas que hacían los españoles. Este fue el gran error de los españoles, pues muchos de los mexicas desde el primer momento querían exterminar a los españoles, sobre todo, aquellos fanáticos de Huitzilopochtli, pero el Tlatócan no lo permitió. Pero al darse la matanza la gente del pueblo reaccionó enérgicamente y se fueron a las armas.
“Y cuando se supo afuera, empezó la gritería: ¡Capitanes, mexicanos... venid acá! ¡Que todos armados vengan: sus insignias, escudos, dardos! ... ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los capitanes, han
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