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Para leer a Carlos Castaneda/11

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Para leer a Carlos Castaneda
de Guillermo Marín Ruiz
IX.- El arte de ensoñar

IX. EL ARTE DE ENSOÑAR

Primera edición en inglés, 1993
Primera edición en español, 1993
Título original: The Art of Dreaming
Published by arrangement with Harper Colins Publishers, Inc.
D.R. Cl 1993 Editorial Diana, S.A. de C.V.
280 paginas

Hasta la primavera de 1996 Carlos Castaneda ha publicado nueve libros. En el lapso transcurrido entre la publicación del octavo (El conocimiento silencioso, 1987) y el último (El ante de ensoñar, 1993) Castaneda probablemente vivió las consecuencias de ser un nagual de tres puntas y no de cuatro, como su maestro Don Juan lo supuso.

Los naguales son personas que tienen cuatro compartimientos de energía en vez de dos, que es lo común en las personas. Castaneda encuentra muchas dificultades para ”ensamblarse” en el grupo que Don Juan le preparó y al parecer inicia otro grupo que integran Florinda Donner, Taisha Abelar y Carol Tiggs.

Esos años, entre la publicación del octavo texto y el noveno, probablemente sean la activación de una nueva estrategia del poder o la creación de un nuevo linaje para estos modernos naguales y guerreras que han dado un salto mortal, saliendo de la clandestinidad y pasando de la cultura oral a la cultura escrita.

En efecto, como Don Juan lo señala, en estos diez mil años de existencia del "conocimiento", desde los antiguos brujos, pasando por el linaje al que perteneció el propio Don Juan y llegando hasta el moderno nagual Castaneda, el conocimiento ha sufrido muchos cambios.

Según lo que menciona Don Juan, señalaremos que los primeros brujos de la antigüedad fracasaron porque se obsesionaron en el mundo de la segunda atención y descuidaron el de la realidad inmediata, el del primer anillo de poder. Estos antiguos toltecas se entregaron al mundo del ensueño y no cultivaron “el camino del guerrero”, por lo cual se volvieron personas imposibles, “perdidas en mundo fantasiosos”, al llegar pueblos invasores, se apoderaron del mundo material en el que vivían los toltecas con mucha facilidad, toda vez que había sido descuidado por los primeros toltecas.

Otro periodo que menciona Don Juan, es el que iniciaron los brujos sobrevivientes a la primera etapa y que, haciendo un recuento de sus prácticas y analizando sus errores, iniciaron nuevamente el estudio del conocimiento, pero ahora a través de una férrea disciplina que llamaron "el camino del guerrero", "el arte del ensueño" y "el arte del acecho".

Cuando estaban en el inicio de este ciclo llegaron los invasores europeos y, con la conquista y la colonia, esta nueva etapa tuvo que refugiarse en la segunda atención y afinar aún más su disciplina para poder sobrevivir en el infierno de la colonia y aprovechar al máximo a sus pinches tiranos.

Fue en esa época, en los comienzos del siglo XVIII, cuando se inicia otro ciclo con la aparición ante el nagual Sebastián quien se agazapaba como sacristán en una iglesia de un brujo sobreviviente de la primera época y que había logrado permanecer vivo misteriosamente todos esos cientos de años, pero que en esos momentos estaba perdiendo su energía. Por lo que obligó al nagual Sebastián a hacer un trato, en el que los naguales le cederían parte de su energía para que él siguiera viviendo, a cambio de que les diera un regalo de poder. Este acuerdo ligó a los seis naguales que le sucedieron y marcó otra época en los linajes, pues la información que han recibido de aquel antiguo brujo, que ellos llamaron "el inquilino", cambió el curso del conocimiento en el linaje de Don Juan y lo hace diferente a los demás linajes que hoy existen.

Al parecer Carlos Castaneda inicia un nuevo ciclo, no sólo por ser un nagual de tres puntas, sino porque ahora el conocimiento, que por siglos se mantuvo de manera secreta por medio de la transmisión oral, hoy en día se encuentra al alcance de cualquier persona a través de los libros. Además la tarea que le debió asignar el poder al nagual Castaneda al parecer todavía no es muy clara para sus lectores.

Por otra parte, el 17 de octubre de 1993, en el número 3271 del periódico "La Jornada" de la ciudad de México, aparece una inserción pagada con el siguiente texto:


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A LOS LECTORES DE CARLOS CASTANEDA, AL PÚBLICO EN GENERAL:

Carlos Castaneda aclara que, sin distinción alguna, NO es Responsable de los actos, eventos y publicaciones de personas o grupos que con fines lucrativos o altruistas se autonombran sus discípulos.

Asimismo, Carlos Castaneda NO autoriza que utilicen su nombre o los términos y conceptos contenidos en sus libros.
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De esta inserción pagada se desprenden tres cosas: la primera es que no ha sido Carlos Castaneda quien la mandó publicar.

La segunda, que algunas personas se han dedicado a embaucar a personas más que "inocentes" que piensan que en esta sociedad de consumo pueden "comprar" el conocimiento a través de "gurús de plástico" que, por costosas mensualidades, los llevarán a ser guerreros.

La tercera es que, si Castaneda la publicó (cosa que personalmente no creo, dado que un nagual no está enganchado y preocupado con "los hechos y malhechos de sus semejantes"), se desprenden a su vez dos consideraciones: una, en el sentido de que el nagual Castaneda no se puede "apropiar" de estos milenarios conocimientos, que Don Juan generosamente le transmitió y que el reconoce que no los inventó, sino que han sido y es un valioso legado, patrimonio cultural de México y el mundo, que viene de miles de años atrás transmitido de una generación a otra.

La otra consideración sería: ¿Cómo explicamos las publicaciones que han hecho tanto Florinda Donner como Taisha Abelar y que han sido prologadas y comentadas por el nagual Castaneda y —aún lo más insólito— los "cursos" y conferencias que se han realizado sobre la "Tensegridad", a un alto costo de admisión y anunciados en los medios como impartidos por las "guerreras guardianas rastreadoras de Carlos Castaneda"?

Al respecto, en el periódico Excélsior de la ciudad de México, el 17 de enero de 1996, en la sección "B", aparece una nota con el siguiente encabezado: "SEMINARIO DEL ANTROPÓLOGO CASTANEDA A BÉNEFICIO DE LOS NIÑOS DE LA CALLE" y que comienza de esta manera: "A beneficio de los niños de la calle, encausado a través de las fundaciones Dr. José Álvarez, IAP, Ciudad de los Niños; Carlos Moreno Miramón, IAP y Hogares Providencia del Padre Chinchachoma, vendrá a México por primera vez el mítico antropólogo Carlos Castaneda, nos dice Lucero Arce, coordinadora de un seminario acerca de sus teorías..."

Y en el periódico "La Jornada" de la ciudad de México, el lunes 29 de enero de 1996 aparece una entrevista que realiza Arturo García Hernández, de la cual reproducimos las siguientes líneas:

"—Usted ha escrito que el camino del guerrero es un camino solitario. ¿No hay una contradicción al hacer cursos masivos como el de la Tensegridad?

"—No. Yo aquí estoy hablando de cosas duras. A lo mejor la Tensegridad les da la energía para hablar de cosas de verdad pesadas. Por algo se empieza.

“¿Qué espera de la apertura que ahora están iniciando?

“—No sé qué es lo que va a pasar. Don Juan nunca me dijo qué es lo que va a pasarme enfrente de las masas. {...} Antes estábamos atentos a proseguir de acuerdo a los mandatos de Don Juan. Ahora quiero enseñar así porque es una deuda tremenda que ya no puedo pagarle a él.

“—¿No tiene miedo de convertirse en gurú?”.

“—No porque no tengo ego. No hay cómo”.


Todos los acontecimientos y entrevistas que se han dado a partir de la última publicación nos llevan a pensar que el nagual Castaneda está iniciando un camino nuevo, sin su antiguo equipo y sin la asesoría de su maestro, el nagual Juan Matus. En este camino el concepto de la "Tensegridad" y de los llamados "pases mágicos" vienen a compartir un lugar con los "viejos" conceptos de nagual, tonal, importancia personal, acecho, ensueño, punto de encaje, etcétera.

Otra aportación importante a las llamadas "Enseñanzas de Don Juan" vienen a ser los espléndidos libros de las guerreras: "Ser en el ensueño", de Florinda Donner, publicado en inglés en 1991 y en español en 1993 por Emecé Editores y "Donde cruzan los brujos", de Taisha Abelar, publicado en inglés en 1992 y en español en 1993, por Editorial Diana. Estos dos trabajos puntualizan algo básico e importante de la Toltequidad, como es la "visión femenina" del conocimiento. En los nueve libros de Castaneda encontramos una aproximación "masculina" a este maravilloso, increíble y aterrador mundo del conocimiento del México antiguo llamado Toltecáyotl o Toltequidad.

Para una mente colonizada, producto de la cultura judeo cristiana, en la que el indígena y la mujer siempre han sido desvalorizados; un indígena y una mujer están imposibilitados para acceder y, menos aún, manejar el conocimiento. Es por ello que estas aportaciones enriquecen la visión de la Toltequidad, pues para las culturas del México antiguo la mujer ocupaba un lugar complementario al del hombre.

En el mundo de nuestros viejos abuelos se veneraba a una "divinidad suprema", la cual no tenía nombre pues era innombrable, y no tenía representación física porque era invisible, y al que sólo se le conocía de manera metafórica como "Tloque Nahuaque" (dueño del cerca y del junto[1]), o también como "Ipal Nemohuani" (aquel por quien se vive), o "Yohuali Ehécatl" (noche viento), y que en conjunto se aproximan poéticamente a un concepto totalmente abstracto del "Dios padre" de la cultura judeocristiana.

Pero en seguida de esta abstracción aparece “Ometeótl” (la dualidad divina), como una segunda advocación de esa misma divinidad, de la que se desprende un par de opuestos complementarios: “Ometecutli” (de los dos, El Señor) y “Ometecihuatl” (de los dos, La Señora). Para los antiguos mexicanos la mujer y el hombre formaban un par de opuestos complementarios. Finalmente diremos que en el período Postclásico y decadente de los aztecas, el poder de México Tenochtitlán estaba compartido por dos personajes que dependían del consejo supremo llamado "Tlatócan". El "Tlatoani" (el que habla) y la "Cihuacóatl" (mujer serpiente), quienes eran los encargados de gobernar y administrar el imperio, respectivamente.

Estos ejemplos nos demuestran cómo la mujer comparte con el varón la misma responsabilidad en el mundo religioso, político y administrativo de los viejos abuelos, lo cual nos hace suponer que en el campo de la Toltecáyotl esto no es diferente.

Los trabajos de Donner y Abelar nos descubren un mundo femenino en las enseñanzas de Don Juan; nos aportan una diferente visión no sólo de las enseñanzas sino también del propio Don Juan. En una ocasión Castaneda le pregunta a Don Juan , que sí en la Toltequidad existen guerreras y Don Juan le contesta que sí. Es más, afirma que son mucho mejores que los hombres y que él, siempre se había referido en masculino al concepto de guerrero, porque estaba dirigiéndose a un hombre, pero que en la práctica existen hombres y mujeres en el mundo secreto de la Toltequidad.

Florinda Donner nos brinda su aportación sobre “el arte de ensoñar", y Taisha Abelar entrega su visión experta del "arte de acechar". La Toltequidad señala que de acuerdo a su "temperamento básico" los practicantes se dividen en dos grupos complementarios: el de los ensoñadores y el de los acechadores.

Los primeros son los que poseen una facilidad intrínseca para lograr estados de conciencia acrecentada a través del control de sus sueños. Esta habilidad la desarrollan al punto de convertirla en un "arte". Los segundos, los acechadores, de igual manera a partir de su temperamento básico, poseen una facilidad —en principio innata— para tratar con los hechos del mundo cotidiano. Los acechadores logran, a través del manejo y control de sus actos, penetrar en estados de conciencia acrecentada; esto lo logran a través de una sofisticada estrategia que llaman "el arte del acecho".

En los dos textos se trasluce de manera impecable la superioridad de la mujer para entrar en los campos del antiguo conocimiento llamado Toltequidad, ya que su conexión con el conocimiento es "expansivo", mientras que la del varón es restrictiva. Los varones se conectan con lo concreto y se dirigen a lo abstracto; las mujeres, en cambio, se conectan con lo abstracto y tratan de entregarse a lo concreto.

Estos libros nos enseñan la conexión femenina con el espíritu; nos demuestran contundentemente el lado femenino del razonamiento; en otras palabras, nos hacen entender el concepto de Ometecihuatl.

Ambos libros fueron prologados por el nagual Carlos Castaneda quien, en el de Florinda Donner, señala que al preguntarle a la autora la razón de escribir el libro, ella le contestó que le era indispensable relatar sus propias experiencias en el "arte de ensoñar" para "incitar" intelectualmente a los que pretenden tomar en serio los conocimientos de la Toltecáyotl que manejó Don Juan, y que versan sobre las ilimitadas posibilidades de la percepción humana.

Entrando a "El arte de ensoñar", diremos que representa un desafío. En la contraportada Carlos Castaneda señala que fue un trabajo difícil y que cuando lo terminó pensó que no debería publicarlo. Sin embargo, las guerreras lo "transportaron" a la segunda atención y años después el texto se transformó, con una “ominosa fuerza” que no tuvo al ser escrito.

Este libro contiene 13 capítulos en 280 páginas, y pretende penetrar en el arte del ensueño y, como señala el propio Castaneda, él y las guerreras entienden que tratar de hablar o escribir acerca del ensueño es descabellado, dado que hacer afirmaciones racionales sobre algo tan abstracto es más que absurdo porque resulta imposible.

La obra completa de Castaneda pretende describir las múltiples posibilidades que tiene la percepción humana frente al universo que nos rodea. La Toltecáyotl o las enseñanzas de Don Juan, son el intento de "corporizar" algunas premisas específicas, teóricas y prácticas, a partir de la posibilidad de percibir sin obsesiones este mundo, y otros más, como cargas de energía, tan reales y válidas, como las que todos percibimos.

La Toltecáyotl desarrolló una serie de técnicas para penetrar en esos diversos mundos energéticos. Para ello, se tiene que reacondicionar la capacidad energética de percepción, y a esto le llamaron "el arte de ensoñar", que es la entrada al "infinito" de las posibilidades humanas y a lo inconmensurable del universo.

Aquí Castaneda señala algo que resulta importante para entender los esfuerzos que está haciendo este nuevo linaje de naguales modernos, representado por Castaneda y las tres guerreras, pues afirma que Don Juan le dijo que estaba convencido de que la humanidad necesita para sobrevivir esta caótica etapa cambiar la base social de su percepción. Con lo cual se entendería, de alguna forma, el porqué de difundir este milenario conocimiento del México antiguo.

La percepción que actualmente todos tenemos del mundo es una percepción social, porque, a fin de cuentas, todo lo que nos rodea está compuesto de moléculas y éstas, a su vez, se componen de átomos; y los átomos son cargas energéticas. De modo que la "esencia" de todo lo que nos rodea es energía.

Sin embargo, desde que nacimos nos enseñaron a percibir a la energía como objetos; esto es lo que Don Juan llama "la primera atención" (o el primer anillo de poder); la mayoría de los seres humanos vivimos y morimos con esta única forma de percibir el mundo. Pero la Toltecáyotl —o las llamadas enseñanzas de Don Juan—, que es una práctica milenaria y una mínima parte de la herencia de un patrimonio cultural ignorado y totalmente desconocido, nos permite percibir la esencia de las cosas; o, dicho de otra forma, nos permite, a través de una rigurosa técnica muy disciplinada, "ver" la esencia del universo.

Esto significa percibir la energía directamente. Los antiguos practicantes de estos conocimientos describen la esencia del universo como hilos incandescentes que se expanden hacia todas las direcciones posibles: pequeños filamentos luminosos que poseen conciencia de sí mismos.

Inmediatamente después que los antiguos practicantes "vieron" la esencia del universo, también vieron al ser humano y encontraron que estaba conformado por una carga energética blanquecina y brillante, con forma de huevo luminoso. También "vieron" que el huevo luminoso era más grande que el cuerpo físico y que contenía los mismos filamentos que constituían el universo, pero tenía una parte más brillante a la altura del omóplato derecho, en el cuerpo energético. Y vieron que en este lugar se alineaban los filamentos de adentro con los de afuera, y que ello producía la percepción. A este lugar le llamaron "punto de encaje" y también pudieron "ver" que el punto de encaje, al moverse, permitía otras percepciones. Los toltecas “vieron” que el punto de encaje se mueve un poco, cuando las personas están soñando. Este movimiento es involuntario y errático, pero es “movimiento”. De modo que tras observar y practicar por cientos de años los toltecas lograron desarrollar un método para mover “el punto de encaje” a voluntad.

Los antiguos practicantes desarrollaron una técnica muy sofisticada para mover a voluntad el punto de encaje; a esta técnica la llamaron "el arte del ensueño", pues con ella se pueden expandir y acrecentar las posibilidades de lo que se percibe, e identificaron cinco condiciones en el flujo energético de los seres humanos.

La primera es que sólo los filamentos que pasan exactamente por el punto de encaje se transforman en percepciones coherentes.

La segunda es que cuando el punto de encaje se mueve en cualquier dirección, aunque sea levemente, filamentos distintos empiezan a pasar por el punto de encaje, lo que propicia otra percepción diferente.

La tercera es que vieron que en el sueño el punto de encaje se mueve levemente por sí mismo en la superficie del huevo luminoso o hacia su interior.

La cuarta es que vieron que a través de la técnica disciplinada, llamada "el arte del ensueño", se podía mover el punto de encaje en los sueños a voluntad.

Y, como quinta, vieron que se puede mover el punto de encaje hacia afuera del huevo luminoso y entrar en contacto con el universo energético, más allá de lo humano.

El texto de Castaneda aborda lo imposible de una manera absurda. A través de una metodología que se antoja fantástica, y a la que llama "las siete compuertas del ensueño", pretende que el sueño común se transforme en el mecanismo con el cual el practicante logre templar el cuerpo energético, para hacerlo coherente y flexible como el cuerpo físico, ejercitándolo poco a poco, a través de una férrea disciplina que se antoja imposible sostener por largo tiempo (años enteros) con un esfuerzo sostenido, sin ambición y sin obsesión. Éste sería el logro fundamental de la Toltequidad y el medio para lograr la libertad.

Al condensar el cuerpo energético es posible convertirlo en una unidad capaz de percibir de manera independiente a la percepción del cuerpo físico. Esto se logra no sólo con la práctica de la ensoñación, sino que, para obtener energía, se requiere modificar el comportamiento durante la vigilia, para recanalizar la energía que se necesita para mantener la atención en el ensueño. Como se ha dicho repetidas veces a lo largo de las obras de Castaneda, la manera en que gastamos la mayor parte de la energía depende de la necesidad de mantener y acrecentar la importancia personal, base de nuestro ser y, al mismo tiempo, de nuestra mayor limitante. El ser humano, al no poder “crear” más energía que la que tiene, debe ahorrar y recanalizar la que posee.

Don Juan le enseña a Castaneda que el "arte del ensueño" trata del desplazamiento del punto de encaje, y que "el arte del acecho" implica la fijación del punto de encaje en cualquier lugar en el que se haya desplazado. Por ello estas dos técnicas son complementarias y mutuamente insustituibles.

El texto, como lo advirtió Castaneda, se va tornando, poco a poco, fantástico e increíble. Aparecen en los ensueños de Castaneda "los rastreadores, los exploradores y los emisarios". El mundo de los seres inorgánicos que empieza a percibir el autor a través de sus prácticas de ensueño resulta, lógica y racionalmente, imposible de aceptar, fundamentalmente porque se carece de la energía suficiente para "entenderlo".

Me permito señalar una idea que Castaneda maneja en las páginas 162 y 163 de su libro. Allí relata que un día, estando en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México con Don Juan, éste le dijo que todas las esculturas que estaban en una sala eran un "archivo" que habían dejado los brujos antiguos, y que cada piedra se podía leer a través del movimiento del punto de encaje, del mismo modo en que se lee la página de un libro.

Don Juan le propone a Castaneda que fije su mirada en una de ellas, que silencie su mente y trate de mover su punto de encaje. Al respecto, Castaneda dice que empezó a ver y oír cosas que no podría explicar. Menciona que había estado en esa sala en ocasiones anteriores en calidad de antropólogo, manejando la información de los "eruditos" en la materia, descripciones basadas en la mentalidad del hombre moderno (y nosotros añadiríamos que también en una mente colonizada). Castaneda reconoce que por primera vez le parecieron "idioteces," totalmente arbitrarias. Pero esa vez, en virtud de lo que él pudo percibir gracias al movimiento de su punto de encaje, sumado a lo que le dijo Don Juan sobre ellas y lo que él "vio y oyó", nada tenía que ver con lo que había leído y oído antes.

Éste es otro ejemplo de la vinculación que existe sobre la historia del México antiguo, su pensamiento filosófico y las llamadas por Castaneda "enseñanzas de Don Juan", Toltequidad o Toltecáyotl. Cuando Don Juan afirma que algunas de las llamadas zonas arqueológicas son lugares en los que los toltecas dejaron mucha información en las piedras, pero en campos de la segunda atención. De modo que estos lugares, especialmente los del periodo Clásico, no son ciudades, palacios o fortalezas. La obra de Castaneda puede ser un punto de referencia para que los mexicanos abordemos nuestro pasado desde un punto de vista descolonizado y una perspectiva filosófica.

Estudios como el que presentó el Dr. Rubén Bonifaz Nuño en su libro "Cosmogonía antigua mexicana. Hipótesis iconográfico y textual", UNAM, 1995, vienen a llenar el gran vacío que existe en la visión y comprensión de nuestro patrimonio cultural, desde una posición descolonizada, pues desde 1521 lo nuestro, lo propio, ha pasado a ser: primero diabólico, después primitivo y ahora folclórico y turístico.

"El arte de ensoñar" representa un desafío a quien ha seguido la "autobiografía" que Castaneda nos ofrece en toda su obra. El mundo del ensueño, con los exploradores, los rastreadores, los emisarios, las poderosas fuerzas de los seres inorgánicos y, finalmente, el encuentro con ese inquietante, misterioso y aterrador personaje imposible de aceptar y menos imaginar, llamado "el inquilino", un desafiante de la muerte que lleva vivo milenios enteros y que posee los conocimientos de los brujos de la antigüedad y que, según el texto, ha encontrado la puerta a la libertad a través de la energía de Carol Tiggs y Carlos Castaneda, nos deja en un verdadero estado de incertidumbre.

Si a todo esto le sumáramos las acciones que aparentemente contradicen las enseñanzas de Don Juan, tal como dar cursos y conferencias a personas que puedan pagarlos; o aceptáramos que el milenario conocimiento, patrimonio cultural del pueblo de México, ahora "pertenece" a un selecto grupo de discípulos del nagual Castaneda, deberíamos pensar que Castaneda está en busca de un destino personal, en el que no caben los miles de seguidores que tiene en todo el mundo y que, contradictoriamente, hoy más que nunca, se expone ante las masas, que piensan que Castaneda les está transmitiendo el conocimiento de Don Juan, para tratar de corresponder a lo que él le dio. Castaneda señala que Don Juan le dijo: "Si crees que algo me debes y no puedes pagarme a mí, págale al espíritu del hombre" (La jornada, 29—1—96). ¿Será lo que están haciendo estos modernos naguales y guerreras?.

Sea como fuere, ahí están los nueve textos de Castaneda y los dos de Donner y Abelar. Ahí están los milenarios conocimientos —que se mantuvieron por largo tiempo de manera secreta— ahora expuestos a la luz pública para aquellos que tengan un poco de energía disponible, para los que intenten percibir la realidad, bajo otras premisas, para los que tienen la mente flexible y descolonizada, para los viajeros que estén dispuestos a pagar un boleto muy alto en el ave de la libertad.

Estos textos no son antropología, ni literatura, ni ciencia ficción. En todo caso son "una realidad aparte". El inicio de un nuevo linaje de conocimiento, ahora transmitido de manera escrita, pero que tiene mucho que ver con el pasado de la milenario civilización de los pueblos originarios, que en estos últimos cinco siglos de negación, genocidio e injusticia, han sabido guardar, como impecables guerreros, sus conocimientos y que ahora se nos revelan como "la reserva espiritual de México".

Don Juan le recomendó a Castaneda que no escribiera sus libros como escritor sino como brujo, a través del complejo y sofisticado arte de la ensoñación.

Del mismo modo, los libros de Castaneda tienen que ser leídos como objetos de poder y los lectores asumirse humildemente como modernos aprendices de brujería.

Un punto muy importante es que Don Juan “estaba convencido de que el ser humano, para sobrevivir a esta dramática época, debía cambiar la base social de su percepción”. Esto se puede traducir como un cambio global de la “cultura y los valores humanos”, que puede ser a través de un proceso de reflexión crítica en la que los detentadores del poder económico, político y tecnológico, por común acuerdo cambiaran esta “percepción social”.

Pero el cambio más lógico, es que se diera por “un colapso global”. En efecto, que de un golpe, eche por tierra la locura de un sistema económico—consumista que está desquiciando a los seres humanos y depredando a la naturaleza al borde de la extinción de la vida en el planeta. Sí llegara a suceder este “tsunami global de la percepción del mundo y la vida”, las personas y los pueblos que posean una cultura firme, asentada en las bases de una sabiduría milenaria, podrán adaptarse mejor a estos violentos cambios.

Don Juan menciona que cuando llegaron los españoles al Anáhuac, cambió el “tonal de los tiempos” y que muchos indígenas murieron de tristeza al ver caer la percepción de su mundo. Un derrumbe como este, de los cuales han existido muchos en la historia de la humanidad, o un cambio producido por las condiciones climáticas de la Tierra, que también han sucedido, puede generar un cambio en la percepción social.

“Don Juan argüía que empleamos la mayor parte de nuestra fuerza en mantener nuestra importancia, y que nuestro desgaste más pernicioso es la compulsiva presentación y defensa del yo; la preocupación acerca de ser o no admirados, queridos, o aceptados. Él sostenía que si fuera posible perder algo de esa importancia, dos cosas extraordinarias nos ocurrirían. Una, liberaríamos nuestra energía de tener que fomentar y sustentar la ilusoria idea de nuestra grandeza; y dos, nos proveeríamos de suficiente energía para entrar en la segunda atención y vislumbrar la verídica grandeza del universo...

—La búsqueda de la libertad es la única fuerza que yo conozco. Libertad de volar en ese infinito. Libertad de disolverse, de elevarse, de ser como la llama de una vela, que aun al enfrentarse a la luz de un billón de estrellas permanece intacta, porque nunca pretendió ser más de lo que es: la llama de una vela...

—La idea de que la conciencia es un elemento físico es revolucionaria —dije azorado.

—No dije que era un elemento físico —me corrigió—. Es un elemento energético. Tienes que hacer esa distinción. Para los brujos que ven, la conciencia es un resplandor. Pueden enganchar su cuerpo energético a ese resplandor e irse con él...

Don Juan explicó que el uso de la conciencia como un elemento energético de nuestro ambiente es la esencia de la brujería. Dijo que la trayectoria de los brujos era, primero, liberar la energía existente en nosotros por medio de la recapitulación y la disciplina del camino del guerrero; segundo, usar esa energía para desarrollar el cuerpo energético por medio del ensueño; y tercero, usar la conciencia como un elemento del medio ambiente para poder entrar en otros mundos, no sólo con el cuerpo energético, sino también con el cuerpo físico..." C.C.
  1. Omnipresente,