Parte oficial de Miguel Grau sobre la tercera expedición del Huáscar
COMANDANCIA GENERAL DE LA PRIMERA DIVISIÓN NAVAL.
A bordo del “Huáscar”.
Arica, 10 de agosto de 1879.
Señor comandante general:
El 1º del presente, a la 1.40 A.M., zarpé de este puerto al mando de la flotilla compuesta del monitor Huáscar y del transporte Rimac, en virtud de las instrucciones que por el conducto del señor secretario general se sirvió impartirme S.E. el supremo director de la guerra.
En cumplimiento de ellas hice derrotar al sur de manera de pasar libre de la vista de los enemigos estacionados en Iquique. Poco después de nuestra salida empezó a experimentarse mar gruesa del sur, que fue aumentando hasta obligarnos a disminuir el andar a causa de las fuertes cabezadas que originaba en los buques.
A las 4 A.M. del 3 hizo el transporte señal de alarma permaneciendo parado, lo que me obligó a regresar en su demanda para investigar la causa de ella. Supe entonces que por el efecto de las fuertes cabezadas, se le había roto una de las excéntricas de la máquina y mandé a los maquinistas de este buque para que en junta con los del Rimac examinasen el estado de la avería y la manera de repararla. A juicio de éstos podía hacerse una reparación provisional por la cual pudiese el buque moverse, aunque despacio y solo hacia adelante; y comprendiendo que en tal estado no era posible continuar con el transporte al sur sin exponerlo, decidí que se emprendiera inmediatamente la reparación y que se dirigiese el buque al Callao y que transportara al Huáscar durante este tiempo el carbón que fuera posible. Todo se verificó aunque con las dificultades que presentaba el mar para esta última operación, a las 5.30 P.M., después de concluida la reparación y transbordes, continué con el Huáscar al sur dejando al Rimac en movimiento con dirección a su nuevo destino. Esto por una parte y el consumo de carbón, de cuyo combustible no tenía más que la cantidad necesaria para el regreso, observando que el tiempo no presentaba indicación de calmar, me decidieron a dejar de continuar, y a las 6 P.M. del 5 hice rumbo al norte con el objeto de dirigirme a Caldera en busca del Lamar.
A las 8 P.M. del 6 llegué a la embocadura del puerto y permanecí aguantando en ella mientras que el teniente segundo Gervasio Santillana y quien mandé a cargo de una embarcación, reconoció la situación del fondeadero. A su regreso me informó este oficial de que en él había un vapor y algunos buques de vela; pero en razón a la oscuridad de la noche en ese momento no tenía seguridad de que aquel fuese el Lamar.
Me dirigí entonces al fondeadero hasta llegar muy cerca del expresado vapor y mandé a su bordo al capitán de fragata graduado don Manuel Meliton Carbajal para que hiciese el reconocimiento de estilo. Al pasar frente a una de las baterías hizo ésta un tiro sin bala.
El vapor reconocido resultó ser el Valdivia de la Compañía Inglesa, que había fondeado en la mañana y esperaba al del estrecho para transbordar su carga. A la vez este jefe tomó informes de los pasajeros y supo que el Lamar había sido enmendado muy a tierra y pegado al muelle en poco fondo. Busqué entonces un pasaje ya por entre los buques, ya aproximándome a la playa a fin de llegar hasta él y atacarle; pero aunque, había salido ya la luna y producía suficiente claridad, no me fue posible avistarlo siquiera, por lo muy próximo que se encontraba de la playa y porque se proyectaba sobre tierra.
A las 11.5 P.M., convencido de no poder obrar contra el Lamar, salí del puerto con rumbo hacia el norte.
El 7 a las 2 P.M. entré al puerto de Taltal y notifiqué a la autoridad de mi intento de destruir las lanchas, haciéndole responsable de cualquiera hostilidad que se ejerciera contra la tripulación de este buque; comisionando al efecto al teniente segundo don Enrique Palacios: más como el regreso de éste demorase, procedí de hecho a transbordarlas al costado de este buque para emprender su destrucción.
Probablemente la demora del oficial parlamentario, originada por la apartada distancia y el lugar en que encontró a la autoridad obedecía a un fin combinado, pues hora y media después se presentaron en la parte norte de la entrada del puerto, casi inesperadamente, dos buques a vapor. Esta sorpresa me obligó a suspender la operación en que me hallaba ocupado y a salir del puerto a toda fuerza de máquina, a fin de reconocerlos y volver después, si era posible a continuarla.
Pronto reconocí que eran buques enemigos y uno de ellos el Blanco Encalada, por lo que rehuyendo el encuentro hice rumbo al sudoeste y continué seguido por ellos hasta que entrada la oscuridad de la noche, y habiéndoles por esta causa perdido de vista, me dirigí al sur y después al este con el ánimo de burlarlos y continuar mi derrota hacia el norte. Sin embargo a las 2 A. M. del siguiente día avisté por la cuadra de babor dos buques que a pesar de la oscuridad de la noche pude conocer en ellos al compañero del blindado; cambiaron luces de destello y habiendo enmendado mi rumbo un poco a tierra desaparecieron completamente.
Así continué mi viaje al norte tocando e inspeccionando los puertos de Cobija y Tocopilla, fondeando en el de Iquique sin otra novedad ayer a las 2 P.M.
Durante esta expedición he navegado siempre que me ha sido posible muy próximo a la costa a fin de reconocerla y hostilizar los buques del enemigo que trafican por ella.
En el puerto de Iquique recibí un telegrama orden del señor general supremo director de la guerra para convoyar al transporte Oroya, y en su cumplimiento lo he verificado y he fondeado a la vez que él en este puerto a 1.3 P.M.
Todo lo que tengo el honor de participar a V.S. para su conocimiento y a fin de que por su órgano llegue al del excelentísimo señor general supremo director de la guerra.
Dios guarde a V.S.
Miguel Grau.
Señor contraalmirante comandante general de las baterías y fuerzas existentes en esta plaza.