Parte oficial del ataque patriota a Jujuy (1812)
En virtud del oficio de V. S. de 3 del corriente que recibí en la Cienaga, en que me anuncia la venida del capitan D. Antonino Rodriguez con 50 dragones á reforzarme; me puse en camino para Salta, donde llegué el dia 5 á las 10 de la noche con el fin de aguardar allí este refuerzo, y proveerme de cabalgaduras para pasar adelante Al siguiente dia se tomaron las providencias mas activas para el acopio de ellas, é igualmente para fabricar balas de onza, y hacer cartuchos para municionar mi gente, que en el ataque delas Piedras habia quedado sin municiones, como lo hice presente á V. S. en oficio del 6 del corriente; en este dia á cosa de las 8 de la noche llegó el capitan Rodriguez con su gente, quien me entregó el de V. S. de fecha 2 del mismo en que me ordena, que pase á Ju- jui, y haga los mayores esfuerzos, á fin de apoderarme, de las municiones y el dinero; con este motivo agité quanto pude la fabrica de las municiones, y el dia 7 á la oracion se me entregaron 24 paquetes, que eran los que se habian podido hacer: desde aquella hora ordené que la gente ensillase, y estubiese pronta para marchar con el .fin de hacerlo á la media noche; pero no pude verificarlo por estar la noche sumamente obscura, y era indispensable la perdida de las cabalgaduras que llevaba de refaccion: al ser de dia me puse en marcha quedando encargado el gobernador de hacerme alcanzar en el camino con todas las municiones que se pudieran hacer en aquel dia, y con 25 ó 30 mulas aparejadas, por si tenia la suerte de quitar los caudales; ó fuese negligencia del gobernador ó falta de proporcion para verificarlo, no se me ha auxiliado, con una, ni con otra especie. A la oracion llegué á la posta de la Cabaña, y de allí me puse en marcha á la una de la noche; á las 10 de la mañana del dia siguiente llegué á ponerme á media legua de distancia del pueblo de Jujuí, habiendo adelantado una partida descubridora, y dexando cubiertos los caminos por donde podia venirles algun refuerzo. En esta disposición, y teniendo ya la tropa preparada para atacar; intimé la rendicion al comandante de las armas, y en vista de su contestacion, dispuse una guerrilla de 20 hombres al mando del capitan de dragones D. Eustoquio Moldes, cuya mitad á cargo del teniente D. Toribio Reyes debia ocupar uno de los tejados de la quadra de mas arriba de donde tenia Ja trinchera; y la otra los balcones de la casa de Gorriti, y yo con el resto de la gente me dirigí á la plaza. No se veia un hombre en todo el pueblo, por que todos estaban metidos en la trinchera, que la tenian en la qua- dra de Gordaliza, cerradas las dos bocas calles, y puesto un cañon en cada una; luego que llegué á la plaza, mandé echar pie á tierra á toda la gente, dexando montada una partida de 6 hombres para que corriesen, y observasen los movimientos del pueblo, y con el resto queme quedó, rompí el fuego desde la plaza, que dista una qua- dra de la trinchera, y seguidamente lo hicieron las partidas de guerrilla, que habian tomado las alturas. El fuego de estas hacia bastante estrago á los enemigos, porque los tomaban á cuerpo libre; desde las doce del dia hasta la una, ó poco mas, nos mantubimos en esta forma haciendo fuego de una y otro parte, sin que ellos osasen salir de sus trincheras. Viendo yo que nada adelantaba de esta suerte, por que se me acababan las municiones, ordené que las partidas que se hallaban en los altos, se replegasen á la plaza donde yo estaba, y tomé la resolucion de entrar por tres puntos hasta meterme en sus trincheras, para lo qual dispuse que el capitan D. Antonino Rodriguez entrase con 10 hombres por la calle de tras de la catedral; el capitan D. Eustoquio Moldes con igual número por la de San Francisco, y yo con el teniente D. Toribio Reyes, y el resto de la gente por el frente de la trinchera que cae á la plaza. Puesta la gente en los parages que debia estar para el ataque, á una descarga que yo hiciera, debiamos entrar á un tiempo; el ardor con que estaban los oficiales y tropa, no me dió lugar á hacer la señal expresada, pues avanzaron con la mayor intrepidéz hasta la misma trinchera, la qual desampararon los enemigos recostandose á la opuesta, de donde hacian el fuego mas activo, como igualmente lo hacian los europeos que estaban en los balcones, pues hasta con tejas, y ladrillos nos incomodaban. Conociendo yo que la partida del capitan Moldes no habia cumplido con la orden que tenia, pues todos los enemigos se habían recostado á la parte por donde ésta debia estar, y de alli nos sacrificaban, monté á caballo para obserbarlo, y en efecto no habia podido aquel oficial hacer avanzar su gente; pero asi que yo me presenté les hice avanzar, haciendo fuego hasta la distancia como de un qnarto de cuadra. Como los enemigos se habian recostado á ésta parte por no haber tenido en ella oposicion, asi que nos aproximamos, nos hicieron un fuego tan vivo que nos retiramos, pues aun tiempo fue herido el capitan Moldes, y tres soldados, y á mí me llevó una bala un retazo de la casaca; en esta situacion me avisan, que los soldados que habian quedado sosteniendo la otro trinchera, al mando del capitan Rodriguez, no podian resistir; marché corriendo y los detube en la plaza volviendolos á formar allí, pues no se atrevieron los enemigos á llegar hasta aquel punto, pero conociendo en sus semblantes que estaban algun tanto acobardados, me retiré á corta distancia del pueblo, donde mandé al capitán Rodriguez pasase, una revista de municiones, y solo se pudieron completar de las que habian quedado á tres cartuchos por hombre. Viéndome en este estado, y que ya se me habia dispersado alguna gente, y conociendo igualmente que los enemigos debian hallarse en peor estado por haberles muertos mas de 20 hombres, y haberles tomado igual, ó mayor número entre prisioneros y pasados, determiné intimarles de nuevo que se rindiesen, como lo hice, y en virtud de su contestacion determiné retirarme por contemplar que las municiones que me quedaban, solo me podian servir para verificarlo, trayendome los prisioneros, y las cabalgaduras que les habia quitado, que pasan de 200 animales entre mulas, y caballos. El alferez D. José Maria Corte que fué destinado con 4 hombres á observar el camino de Cobos, ha quedado entre los enemigos: ignoro el motivo de esta ocurrencia, y solo sé por el teniente D. Toribio Reyes que fue con la ultima intimaclon, que se ha pasado voluntariamente; me es difícil creerlo; y mas bien entiendo que este oficial regresase de su comision á tiempo que yo me habia retirado del pueblo, y que inadvertido cayese en manos de una partida de caballeria enemiga; que salió á recorrer los extra muros de él. El alferez de dragones D. N. Sosa se dispersó la noche de mi retirada en las inmediaciones de la Cabaña, y hasta la presente no hé tenidomasnoticiadeél,quelaqueme ha dado un paisano de haberle visto en la Caldera con algunos soldados. Al capitan D. Estoquio Moldes no me determiné á traerlo por no exponerlo á que pereciese en el camino por falta de proporciones para su curacion; pero estoy seguro de que este benemerito oficial, será tratado por el coronel D. Indalesio en los términos que de palabra me manda decir por el teniente D. Toribio Reyes, que lo cuidará como á su misma persona, y que al efecto habia dispuesto ya su habitacion. -El número de tropa con que ataque no pasaba de 80 hombres, contando con la guardia que quedó con los bomberos que tomé antes de entrar al pueblo, y de ellos he perdido entre muertos y heridos 16 hombres. Incluyo á V. S. la correspondencia que he tomado en el camino procedente de Potosí, y dirigida al cabildo de Salta.
—Dios guarde á V. S. muchos años. Salta y octubre 10 de 1812.
Cornelio Zelaya—-.
Sr. Mayor general D. Eustoquio Diaz Velez.
—Es copia Manuel José de la Baquera.