Dirigida al florido ingenio de don Diego Félix Quijada y Riquelme
Lope de Vega
Después que vi los ochenta sonetos que v[uestra] m[erced] llama Soliadas, propiedades del Sol, efetos y fábulas aplicadas a la hermosura de Finelda, creció mi deseo de su conocimiento; y la idea que por sus cartas había fabricado, con más noble pintura, ilustró mi imaginación de los rayos de su ingenio. Escribiome Juan Antonio de Ibarra, Secretario del Excelentísimo Duque de Alcalá, cuán acepto era v[uestra] m[erced] en esa insigne ciudad de sus teólogos y filósofos, en todas las ocasiones que se ofrecían, y cómo estaba opuesto a sus cátedras, que en veintitrés años de edad es cosa maravillosa, y aunque fuera crédito para otros muchos, no aumentó al mío lo que habían solicitado los versos, donde la dulzura compite con la erudición y el cuidado con la hermosura, y aquí no entra amor con su apasionado juicio, ni aquellas palabras de Bartolomeo Escala: «Solet amor mutuus, etiam que minus firma posita sint, ut quando quem accidit, excusare et munire». Hallo en v[uestra] m[erced] un ingenio asentado, que para hablar más a lo cortesano que a lo escolástico, hay ingenios en pie, de rodillas y en éxtasis; que aquí no trato de los ridículos, de los legos, de los censurantes, de los malcontentos, de los invidiosos y de los alocados. Hay ingenios nominales, de ataracea y de remiendos, de argentería y de oropel, duros, ruidosos y brillantes; pero los filateros me consumen, verbi gratia el que me reprehendía que había dicho «Emperadora», muy vano de que él sabe que se había de decir «Emperatriz», y es disparate, porque en Castilla no hay tal voz, como se ve por ejemplo, sino que la curiosa bachillería ha latinizado con aspereza lo que tiene en su lengua con blandura. Emperatriz ha dado causa para que a la embajadora llamen embajatriz; y a la tutora de sus hijos tutriz, de donde se sigue que la cantora llamaremos cantatriz, y a la habladora hablatriz; y a este modo, sexcenta alia.
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