Pedro Chacón (Retrato)
PEDRO CHACON.
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La Ciudad de Toledo, cuna de ilustres varones, lo fue en 1527 del insigne Pedro Chacon, hijo de padres tan honrados como escasos de bienes de fortuna. Ocupó la niñez y mocedad en su patria dedicado al cultivo de las buenas letras, hasta que en edad mas formada se trasladó á Salamanca para exercitar su bien logrado talento en el conocimiento de todas las facultades. Tanto se aventajó en el estudio de la Matemática y de la Lengua Griega, que los Maestros de la Universidad en un certámen le calificaron el mas digno de los concurrentes para profesor público de aquellas Artes: distinción que renunció, llevado del honesto fin de aprovechar á los demás en estudios, á su parecer, mas serios y útiles. Habíase dedicado con esmero á la Filosofía y Teología, cuyos frutos anhelaba consagrar á Dios desde que abrazó el estado eclesiástico. Vivió en la escuela sin ambición escolástica; mas no tan engolfado en los estudios sagrados, que no se apartase alguna vez de esta senda para divertir el ánimo con los profanos, de que daba lecciones privadas á ciertos jóvenes nobles. Por consejo de sus amigos se transfirió á Roma, que fue teatro de su virtud y de su doctrina, en donde se hermanaban entonces en sumo grado el aprecio de la sagrada erudición y el amor á todos los estudios amenos.
Conocido en aquella Capital por su exquisita y general erudición, el Papa Gregorio XIII le agregó á la junta de sabios comisionados al examen de varias partes de diversos libros, é ilustración de algunos Autores Eclesiásticos, que se deseaba publicarlos con mas corrección y claridad. En estas espinosas é ímprobas tareas mostró, con admiración y gran alivio de sus socios, la singular felicidad de su ingenio y memoria en que superó á todos: calidades raras, que descubrió especialmente en la expurgacion del famoso Decreto de Graciano.
Mientras vivió puso su conato, con grande industria y no menor acierto, en rectificar varios Filólogos y Teólogos antiguos, sirviendo generosamente con sus trabajos á personages y amigos suyos que le pedían estos frutos de su saber y diligencia. Comunicaba á qualquier amigo erudito sus ilustraciones, libre siempre de todo motivo de vanidad ó ambición, siendo su blanco la pública utilidad, qualquiera que fuese la mano de donde procediese.
Por estas prendas mereció de la pluma de varios Escritores extrangeros los elogios de mortal el mas ageno de ambición y de codicia de fama, de sumo despreciador de la gloria mortal y de las cosas humanas: en efecto gastó toda su vida en merecer las alabanzas, que después su paciencia y sus oidos no podían sufrir ni de los mismos que se valían de su auxilio. Puédese contar entre estos el Jesuita Christobal Clávio, de quien fue compañero en la corrección del Kalendario; y el doctísimo Cardenal Carrafa, que se socorrió de sus luces en la empresa de expurgar y disponer para la prensa la versión griega de los Setenta del Viejo Testamento.
Fue eminente el talento de Chacón en rectificar y restituir á la letra los antiguos Escritores, lo qual se miró como un don del Cielo concedido á aquel siglo. Estos y otros testimonios de su saber le merecieron los elogios de sus mismos contemporáneos, Romanos, Franceses, y Flamencos, hasta tributarle algunos los alhagüeños y ostentosos dictados de Varron de su siglo; de completo tesoro de todas las facultades; y de rio perenne de las ciencias.
La naturaleza parece le había formado para el estudio, siendo su cotidiano alimento el trato de los libros: así es que en la vida civil no tenia por amigos sino las personas mas eruditas. Despreció la ambición y los honores en medio de una Corte, en que el arte y la solicitud podían alcanzárselos, si su natural modestia no se hubiese confundido con la negligencia. Así es que del fruto de sus ocios literarios no obtuvo mas que un Beneficio eclesiástico en Sevilla, sin buscarlo, y acaso sin haberse atrevido á desearlo. Falleció en Roma á los cincuenta y seis años de su edad á 24 de octubre del ano 1581: dexando sus bienes legados al Hospital de Santiago de los Españoles para sustento de los peregrinos.
Sus escritos harán su nombre inmortal entre los sabios que ha producido el suelo Español; no cabiendo en el compendio de su laboriosa vida el catálogo de todos ellos por su número y variedad. Los principales son: Kalendarii Romani veteris Julii Cœsaris aetate marmori incisi explanatio. Tractatus de Ponderibus et Mensuris M. S. De Nummis libri III. Commentaria de Nummis tam Grœcorum et Latinorum quam Hispanorum et Italorum. In Decretum Gratiani correctiones. In S. Hieronymum, S. Hilarium, et S. Ambrosium Nota quœdam. Puso con peregrina erudición notas, escolios, comentos, y correcciones á Julio Cesar en sus Comentarios; á Crispo Salustio; á Pompeyo Festo de Verborum significatione; á Pomponió Mela; á Plinio el mayor; á M. Terencio Varron; á Séneca; á Arnobio adversus Gentes; á Minucio Félix; á Juan Casiano; á Tertuliano; á S. Isidoro en sus Etimologías; á Vitrubio; á Nonio Marcelo; á J. Frontino de Aquœductibus; á A. Gelio; á Apuleyo; á Macrobio; á Suetonio, y á otros así Poetas como Oradores de la antigüedad. Dexó también algunas disertaciones, como el libro de Triclinio Romano, y el suplemento y explicacion á la inscripción de la columna Rostrata de C. Duïlio.