Perlas negras/IX
El cometa bohemio, que dilata
su caudal fulgurante por l'altura,
es el cinto de plata
con que ciñe la Noche su cintura.
Es etíope bellísima la Noche;
y Dios, de su hermosura satisfecho,
en la luna le dio pálido broche,
y complacido lo prendió a su pecho.
De las Pléyades limpias y distantes
que trémulas se agrupan en la esfera,
formóle una diadema de brillantes
y con ella encauzó su cabellera.
Y del lago tranquilo qu'en el llano
riza en plácidas ondas su agua pura,
un biselado espejo veneciano,
donde mira, coqueta, su hermosura.
La etíope ambicionaba más encanto,
reclamaba la reina más decoro,
y Dios espolvoreó sobre su manto
estrellas rubias como granos de oro.
El rayo es un flagelo
que fustiga las nubes en el cielo.
Cuando siente sus flancos azotados
el grupo tenebroso, tasca el freno
y, cuadriga de hipógrifos airados,
deja oír un relincho: eso es el trueno.
El relámpago, luz indefinible
que en breve por los cielos se pasea,
es el ojo de un cíclope, invisible
en medio del estrago y lo terrible,
que detrás de una nube parpadea.
Ese rumor qu'en vuestra alcoba, escasa
de luz, oís que dolorido os nombra,
es la voz de un espíritu, que pasa
agitando sus alas en la sombra...
Y las blancas, las tímidas estrellas
que brillan en el piélago profundo
del éter, y lo doran con sus huellas,
son pupilas de pálidas doncellas
que murieron de amores en el mundo.