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Perlas negras/XXVII

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Cuando escucho el rumorar
de las olas, triste pienso:
¡qué sollozo tan inmenso
es el sollozo del mar!
Cuando me arranca el pesar
un grito, sin compasión,
clamo, en medio a l'aflicción
que trueca en sombras mi gozo:
¡más inmenso es el sollozo
de mi pobre corazón!