Perlas negras/XXXVIII

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XXXVII
Perlas negras de Amado Nervo
XXXVIII
XXXIX

Se va la luz hacia el confín violado
del cielo, el sol agonizante llega,
y parece su disco naranjado
un escudo de bronce, abandonado
en el campo sangriento, tras la brega...
Mientras abre la flor su casto broche
a las caricias de la tarde umbría,
la luna avanza en nacarado coche,
y brega con los trasgos de la noche
la rutilante cuadriga del día.
¡Hora de bendición! Surcan de prisa
el espacio los pájaros marinos,
y en el palmar qu'enhiesto se divisa,
cada palma es laúd, en que la brisa
ejecuta sus trémolos divinos.
...De pronto, de la cima, de la blonda
llanura en fruto do el Ocaso vierte
sus ánforas de fuego, surge honda
una queja de duelo: ¡cada fronda
suspira la salmodia de la muerte!
Mañana, cuando lleno de decoro
surja el sol otra vez, con sus centellas
asaetando al piélago sonoro,
cuando entornen sus párpados de oro
con pudores de virgen las estrellas,
Naturaleza que la noche odia,
ante el ara del cielo enrojecida,
donde fulgura el sol como custodia,
en vez de su tristísima salmodia
cantará el himno santo de la vida.