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Platero y yo/XVII

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XVI
XVIII


El niño tonto


Siempre que volvíamos por la calle de San José, estaba el niño tonto a la puerta de su casa, sentado en su sillita, mirando el pasar de los otros. Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada para los demás.
Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel mal viento negro, no estaba el niño en su puerta. Cantaba un pájaro en el solitario umbral, y yo me acordé de Curros, padre más que poeta, que, cuando se quedó sin su niño, le preguntó por él a la mariposa gallega:


Volvoreta d'aliñas douradas...’’


Ahora que viene la primavera, pienso en el niño tonto, que desde la calle de San José se fué al cielo. Estará sentado en su sillita, al lado de las rosas, viendo con sus ojos, abiertos otra vez, el dorado pasar de los gloriosos.