Plenitud/XXXV (Organizado para creer)
El hombre es un ser organizado especialmente para creer. Cuando no puede creer en Dios (por indigestión de ciencia), cree en cualquier otra cosa: en un TABÚ, en un número, en un augurio, en la espuma del café. Después de la erupción del volcán, volverá a edificar en la falda. Después de la infidelidad de una mujer, pondrá en manos de otra su honor y su fortuna. Después de la suspensión de pagos de un Banco, reincidirá en confiarle sus caudales. Después de la infidencia de un amigo, tornará a invitarle a su casa y a su mesa. La naturaleza en esto es, como en todo, muy sabia. El escéptico pirrónico sería un monstruo: no podría subsistir. La fe en algo es tan necesaria como la respiración. Es el punto de apoyo de la vida. No os fiéis de quienes dicen que no creen en nada: o son unos pobres de espíritu, o seres incapaces de una sola noble acción. Cree, pues, sin rubor, amigo. Si te engañan, cuando menos tuviste la dicha de haber creído. Y si crees muy firmemente, será tu fe una coraza tal que no habrá quien pueda burlarla.