Ir al contenido

Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte II/X

De Wikisource, la biblioteca libre.
IX
Política de Dios, gobierno de Cristo
de Francisco de Quevedo y Villegas
X
XI

X


Con el rey ha de nacer la paz; ésta ha de ser su primer bando. Con quién habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores. Que nace obedeciendo quien nace a ser obedecido. (Luc., 2.)
Exiit edictum, etc. «Publicose edicto de César Augusto para que se numerase el orbe universo, por lo cual subió José, de Galilea de la ciudad de Nazareth, en Judea, a la ciudad de David que se llama Bethlehem, porque era de la casa y familia de David, para registrarse con María su mujer (con quien estaba desposado), preñada. Sucedió que estando allí se cumplieron los días del parto, y parió su hijo primogénito. Y los pastores estaban velando en aquella región, y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y veis que el ángel del Señor estuvo junto a ellos, y la claridad de Dios resplandeció en su contorno. Y luego se juntó con el ángel multitud de milicia celestial alabando a Dios, y diciendo: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».
Es tan noble y tan ilustre la paz, que tiene por solar el cielo. Que desciende de él, se ve en los ángeles que bajaron del cielo a publicarla en la tierra a los hombres. Éstos en paz imitan vida de ángeles; la tierra pacífica, estado de bienaventuranza. Tan apetecible es la paz, que siendo tan detestable la guerra, se debe hacer por adquirir paz en la religión, y en la conciencia, y en la libertad justificada de la patria. Hay paz del mundo, y paz de Dios; por eso dijo Cristo: «Yo os doy mi paz, no la que da el mundo». En el mundo se usa mucha paz de Judas, enmascarada con el beso de su boca. Las señas de ésta son que se padece y no se goza; que se ofrece y no se da. Nadie presuma que no se le atreverá esta mala paz cara a cara, pues cara a cara se atrevió a Cristo, rey de gloria.



Señor, el ministro que aconseja que para conservar en paz los vasallos, los despojen, los desuellen y los consuman, ése Judas es, y la suya paz de Judas: con la boca más chupa sanguijuela, que besa reverente. Destruir los pueblos con achaque de que los enemigos los quieren destruir, es adelantar los enemigos, no contrastarlos ni prevenirlos. Es no dejarlos qué hacer ni qué deshacer. Hubo paz universal en el mundo cuando nació Cristo, porque nacía la paz universal del mundo. Publicose por edicto de César Augusto, que el orbe todo se numerase. Nació Jesús en esta obediencia, y fue obediente hasta la muerte, desde el vientre de su Madre, antes de nacer, y naciendo. En la obediencia está la paz de todas las cosas: a Dios primero, a la razón y a la justicia. No hay guerra sin la inobediencia a una de estas tres cosas, a que persuaden otras tres, impiedad y pecado, apetito, soberbia ambiciosa. Nace obedeciendo quien sólo debe ser obedecido, ¿y no obedecerá quien sólo nació para obedecer? Toda la vida de Cristo fue paz. Nace, y luego la publican los ángeles; enseña y encarga la paz a sus discípulos, y envíala con ellos a todos. Va a morir; y al despedirse, repetidamente les da su paz y les deja su paz. Sólo el que se atrevió a arrimar su boca a su cara, el que le acarició con el beso, el que tenía a cargo la bolsa de su apostolado, despreciando la paz de Cristo, dio a Cristo la de Judas.



Dice el texto sagrado, que los ángeles que publicaron la paz a los hombres, se aparecieron a los pastores que velaban guardando las vigilias de la noche. Señor, mérito y disposición fue en los pastores el hacer bien su oficio, el no dormir por defender sus ovejas, y el velar porque los lobos, que velan por hacer guerra a sus ganados, no se la hiciesen. Por esto se les aparecieron los ángeles, y los anunciaron la paz. El sueño es puerta abierta a la guerra y a la cizaña; el desvelo a la paz y seguridad.
Nace Cristo rey; mas nace a ser rey pastor, y a enseñar a los reyes que su oficio es de pastores. San Juan le llamó «Cordero de Dios», y le señaló y dio a conocer por Cordero; mas el mismo Cristo, pastor se llamó, y dijo era pastor: Ego sum pastor bonus: Yo soy buen pastor. No puede haber mejor disposición para ser pastor de corderos, que ser cordero y pastor. Uno y otro quiere que sean los reyes, porque sabrán, siéndolo, gobernar y guardar los que lo son. No sólo no es poco nombre el de pastor para el rey, más sacrosanto por el ejemplo de Cristo; sino es el solo nombre de toda la obligación de su oficio. Esto aun la más anciana gentilidad lo conoció; el más sublime espíritu de la idolatría, que fue Homero, lo enseña: «Mas a Agamenón Atrides, pastor de los pueblos, no ocupaba el dulce sueño».



Señor, según Cristo nuestro Señor, el buen pastor ha de conocer a sus ovejas, y ellas le han de conocer a él. De otra manera ni sabrá las que tiene, ni las que le faltan, ni el pasto y regalo o la cura que han menester. El pastor ha de tener perros que guarden el ganado; mas él ha de velar sobre el ganado y los perros; que si deja al solo albedrío de los mastines los rebaños, como son guarda no menos armada de dientes que los lobos, ni de más bien inclinada hambre, ellos guardarán de los lobos; mas, como lobos, para sí. Señor, el descuido del pastor hace lobos de los perros, si su oreja no atiende a los ladridos, y sus ojos al balido de las ovejas. Oso afirmar que el pastor que duerme y no vela sobre su ganado, ni guarda las vigilias de la noche, él propio es lobo de sus hatos. Si no habría hombre tan perdido que averiguando que el pastor de sus ovejas, por consumir la noche y el día en sueño y juegos, renunciaba su oficio en sus perros, no le quitase su hacienda, ¿cómo se presumirá que Cristo nuestro Señor (suma sabiduría, y que como buen pastor ama sus ovejas más que todos) no quitará el cuidado de ellas al pastor que no supiere de su ganado sino lo que preguntare a los perros, a quien él lo encomendó; que para ser peores que lobos, sólo faltaba a su hambre y sus dientes, su descuido? De un rey que Dios eligió a su corazón y llamó varón suyo, se leen estas palabras en el Psalm. 77:
«Eligió a David su siervo, y sacole de los rebaños de las ovejas; escogiole cuando seguía a las que estaban preñadas, para que apacentara a Jacob su siervo, y a Israel su heredad. Y apacentolos en la inocencia de su corazón, y guiolos en los entendimientos de sus manos». La versión hebrea rigurosa vuelve: «Apacentolos por la integridad de su corazón, y encaminolos con la industria de su virtud». Y lo mismo, aunque con más palabras, en su paráfrasis el Campense.



Señor, espero será agradable a la piedad y desvelo real de vuestra majestad este lugar y las consideraciones con que le aplico. Misterio tiene decir que a David, rey y profeta, le sacó Dios de guardar ovejas. Legítimo noviciado para ser rey es ser pastor. Grande misterio enseña añadir: «Escogiole cuando seguía a las ovejas preñadas». Señor, el preñado de las ovejas es el aumento del ganado: por eso escogió Dios a David de pastor para rey, porque andaba tras el aumento de su ganado; y entonces mereció que le escogiese, cuando asistía al aumento. Ya nos ha dicho el salmo cómo era pastor, y cómo por saberlo ser mereció ser rey por la elección de Dios: veamos si siendo rey dejó de ser pastor. El mismo salmo dice que fue pastor siendo rey: «Escogiole de pastor para que apacentase a Jacob su siervo, y a Israel su heredad. Y apacentolos en la inocencia de su corazón y en los entendimientos de sus manos». Con la palabra apacentar con que habló del ganado, habla de Jacob y de Israel. Mas dice: «Los apacentó en la inocencia de su corazón y en los entendimientos de sus manos». Señor, apacentolos con la inocencia de su corazón, no con la malicia del ajeno. Y aquella palabra o frase tan extraordinaria: «Con los entendimientos de sus manos», el Espíritu Santo la dio a nuestra Vulgata. Hay reyes que rigen sus reinos con los entendimientos de las manos ajenas, o con sus manos gobernadas por los entendimientos de otras manos. Éstos no son pastores, sino ovejas de aquéllos que con sus entendimientos gobiernan sus manos. Éstos no son reyes, sino regidos de las manos, que dan sus entendimientos a aquéllos a quien ellos dan mano. Sin salir de David, confiesan éstos su castigo, Eclesiástico, 49: «Si no fueron David, y Ecequías, y Josías, todos cometieron pecado; porque dejaron los reyes de Judá la ley del Altísimo y despreciaron el temor de Dios: dieron su reino a otro y su gloria a gente extraña». Señor, todos los que no gobiernan con los entendimientos de sus manos, como hizo David, dan con sus manos sus reinos a otros; y éste es el pecado que acusa en los reyes el Eclesiástico.



Los reyes son vicarios de Dios en la tierra: con este nombre los llama Calímaco en el Himno a Jove, y Homero lo mismo. Luego si Cristo fue pastor, ellos que son sus vicarios deben ser pastores; y a su imitación, «buenos pastores». El mismo Homero, Odysea III, los llama Theotrephés, «instituidos por Dios», o (como Savorino lo declara) «discípulos de Dios»; porque en griego trophae es alimento del alma, como la leche de los niños, y la comida del cuerpo. Bien lo enseña Cristo, Rey de los reyes, que tiene a los reyes por discípulos; pues para enseñarlos a ser pastores, la primera lección de la paz y de las vigilias la dio a los pastores; y luego despachó una estrella por los reyes, para que le viniesen a adorar como a Dios y a oír como a maestro. Permitió que viniesen por camino que topasen con Herodes, rey lobo (Cristo le llamó raposa), rey que gobernaba no con los entendimientos de sus manos, sino con los de los pies de una ramera bailadora. Mas en viendo a Cristo aprendieron de él, como reyes discípulos de Dios, a volver por otro camino, a no entrar en el de Herodes. No conocerá el rey sus ovejas ni ellas le conocerán, si no las ven, si no le ven, si no las da sal, si no las apacienta, si no las encamina con sus manos. El pastor que ni ve, ni guía, ni toca a sus ovejas, sea pastor, sea rey pastor, de él se habla con el propio lenguaje que de los ídolos (Psalm., 134, vers. 16 y 17): «Boca tienen, y no hablarán; ojos tienen, y no verán; oídos tienen, y no oirán, porque no hay espíritu en su boca». Sígase, pues se sigue consecutivamente en el salmo, la maldición a los que hacen ídolos y a los que hacen estos ídolos, que siendo vivos, son más muertos: «Sean semejantes a ellos los que los hacen y todos los que confían en ellos»; pues no es menos infernal invención hacer ídolos los hombres, que hacer a los troncos y a las piedras ídolos.