Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte II/XV
XV
De los consejos y juntas en que se temen los méritos y las maravillas, y por asegurar el propio temor y la malicia envidiosa, se condena la justicia. (Joann., 11.) | |
En esta junta, consejo y concilio se congregaron pontífices y fariseos, por donde fue de las más graves que ha habido, y por lo que se juntó la materia más importante que ha habido ni habrá en la vida del mundo. Y siendo esto así en el votar todos (menos un pontífice llamado Caifás) no saben lo que se dicen, ni lo que piensan. Y Caifás, que sólo supo lo que se dijo, no supo lo que se decía; fue mal presidente, y pareció buen profeta; dijo la verdad, y condenó a la verdad. Señor, si éste lo enseñó, muchos lo han aprendido; callan el nombre de Caifás, y pronuncian su doctrina. Si en este concilio sucede esto, temerse puede en otros. Acabose el hombre que se llamaba Caifás; mas siempre habrá hombres a quien puedan dar este nombre. Veamos con qué palabras empiezan este consejo tantos consejeros: «¿Qué hacemos, que este hombre hace muchas maravillas?». Los que preguntan qué hacen, ellos confiesan que no saben lo que hacen, y juntamente confiesan que el hombre contra quien se juntan, que es Dios y hombre verdadero, hace muchas maravillas. Muchas veces, después acá, se han juntado los que ni saben lo que se hacen, ni lo que se dicen, contra hombres que han hecho maravillas. Dicho se está que la envidia y el odio que juntaron aquéllos, juntaron estos otros. De esta casta fue la junta que hicieron Bruto y Casio contra Julio César; y la que hizo el mozuelo Ptolomeo contra Pompeyo el Magno; la que se hizo para quemar los ojos y condenar a infame pobreza a Belisario; y todas aquellas que innumerables ha formado la emulación mal intencionada de hombres que no sabían lo que hacían, y de quien todos sabían que no habían hecho nada, contra los hombres que hacían muchas hazañas, daban monarquías y victorias. | |
Bien sé que el sentido de la palabra ¿qué hacemos? es: ¿Cómo consentimos que este hombre haga tantas maravillas? ¿Qué hacemos que no estorbamos que obre tantas maravillas? Cualquiera sentido es el peor. Digna causa de juntar concilio irritarse a no consentir que Cristo haga muchas maravillas, lamentarse de que no estorban que las haga a beneficio de otros. Podíaseles responder, cuando dijeron ¿qué hacemos? Hacéis concilios contra quien hace muchas maravillas: diligencia que siempre fue ridícula y lo será. | |
Parecioles débil causa, y añadieron: «Vendrán los romanos, y nos quitarán nuestro lugar y gente». Aquí empezó la razón de Estado a perseguir y condenar a Cristo, valiéndose los judíos de los romanos; y en el tribunal de Pilatos con la misma materia de Estado, achacada a los romanos, se ejecutó su muerte: de manera que la razón de Estado hizo que se tratase de ella con decreto, y la misma que se pusiese en ejecución. Mal se califica con estas cosas esta ciencia que llaman de Estado. Muy disfamada dejó su conciencia con estos decretos. «Uno de ellos, que se llamaba Caifás (no podía ser de otro), como fuese pontífice de aquel año, dijo». Da por causa de lo que dijo, la suma dignidad que le fue dada aquel año. Dios sólo, que da las supremas dignidades, sabe para qué las da: al que se las da contra sí, como a Caifás, más le castiga que le honra. En lo más que dicen los grandes ministros en virtud de sus cargos, miren no les sean cargos sus palabras: «Vosotros no sabéis nada, ni pensáis que os conviene que un hombre muera por el pueblo, para que no perezca toda la gente». Siempre el ministro que supo ser peor que todos los demás, trató de ignorantes a los menos arrojados y temerarios; porque éste sólo entiende que se sabe tanto como se atropella, y tiene la suficiencia en la atrocidad facinerosa. Dice Caifás que sus compañeros no sabían nada, y esto lo dice porque no piensan que conviene que un hombre muera por el pueblo, para que no perezca toda la gente. Fue verdad que los otros no sabían nada, y fue verdad que convenía que un hombre muriese por el pueblo, para que no pereciese toda la gente. | |
Hay hombres que son mentirosos diciendo verdades: dícenlas con los labios, y mienten con el corazón. Ya dijo Dios esto de los judíos, que le alababan y le ofendían. Muchos mentirosos se entran por los oídos de los príncipes con traje de verdades; y como es un sentido cuyo órgano, si se habla, no se puede cerrar por sí, como los ojos al ver, la boca al hablar, y las manos al tacto, es necesario dar al crédito por juez de apelación el entendimiento. He notado que siendo así en la oreja, previno la naturaleza que pudiese la mano cerrarla cuando la razón y la voluntad lo dictase: no acaso, sino misteriosamente, pues por la mano en las divinas y humanas letras se entienden las obras. Y fue advertir que los hombres defiendan sus oídos del engaño de las palabras con la verdad de las obras, y que sus oídos quieren que antes se los tapen obras, que se los embaracen palabras. | |
Otro concilio grande contra Cristo escribe San Lucas (cap. 22): «Juntáronse los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y trajéronle a su concilio, y dijeron: Si tú eres Cristo, dínoslo». Traen a Cristo de unas juntas y concilios en otros, que es el modo de disimular el mal intento de los jueces contra la verdad y la inocencia: ingeniosa invención de la venganza y de la malicia. Responde Cristo, y da a conocer el fin del concilio y de los jueces: «Si os lo dijere, no me creeréis; y si os preguntare, no me responderéis». Que no creerían lo que Cristo nuestro Señor les dijese, ellos lo confiesan; pues en el concilio de Caifás, cuyo es este capítulo, lo que se temían era que todos creyesen en él. Señor: concilios en que se pregunta para no creer lo que se respondiere, y no se responde a lo que se pregunta, Caifás los preside, él los determina. Pilatos preguntó a Cristo: «¿Qué es verdad? Y diciendo eso se fue». Preguntar lo que no quiere oír el juez, imitación es de Pilatos: no sólo no quiso creerlo, sino que excusó el oírlo. Suele ser maña para colorar la maldad de un concilio abominable y de una sentencia sacrílega introducir en él jueces encontrados, porque se entienda no se ejecutó por un parecer. Mas, Señor, es de advertir que los malos ministros que se aborrecen por sus propios particulares, se reconcilian y juntan fácilmente para la maldad contra la inocencia de otro. Doctrina es que la enseña el Evangelio. «Despreciole Herodes con su ejército, y se burló de él vistiéndole una ropa blanca, y lo remitió a Pilatos. Y este día se hicieron amigos Herodes y Pilatos, porque antes eran enemigos entre sí». Herodes granjeó a Pilatos con la lisonja de remitirle la causa de Cristo y su sacratísima persona; y Pilatos se dio por obligado de Herodes con esta adulación; que no sin causa (ni por otra) habiendo dicho el Evangelista que aquel día se hicieron amigos, añade: «Porque antes eran enemigos». Lo que importa es que no entren en concilios, ni sean jueces Pilatos ni Herodes, ni Caifás, ni los que los imitaren; porque cuando estén encontrados, luego serán amigos que se ofreciere maldad en que puedan concurrir, agradeciendo cada uno a su enemigo la parte que le da de autoridad en ella contra la verdad. |