Por la puente, JuanaPor la puente, JuanaFélix Lope de Vega y CarpioActo III
Acto III
Salen INÉS y JUANA con mantos.
INÉS:
Esta es la Vega de Toledo, Juana,
...................................................[-ana]
que doña Juana fuera bien llamarte,
no acabo de mirarte y de admirarte,
qué lindo talle y qué persona tienes.
JUANA:
¿Cuándo me muero yo,de burlas bienes?
¡Ay, Inés, esto hacen galas y oro!
No hay cosa que les dé mayor decoro,
que vestir ricamente a las mujeres;
cuando estas graves y damazas vieres
atribuye a las galas la hermosura.
INÉS:
Si ellas no tienen la primer ventura,
que es el nacer hermosas, no lo creas
por más diamantes que en sus cuellos veas;
¿es posible, que tú villana fuiste?
JUANA:
Tú misma agora, Inés, te respondiste;
¿pues yo te he parecido gran señora
con las galas, naciendo labradora?
INÉS:
Mi ama es esta,cúbrete.
JUANA:
No acierto,
que es de mis celos la ocasión advierto.
(Salen DOÑA ANTONIA y una criada.)
ANTONIA:
Aquí quiero sentarme, que esta tarde
hace la Vega su vistoso alarde
de la hermosura y galas de Toledo.
JUANA:
Inés, que nos conozcan tengo miedo.
INÉS:
Pues no le tengas, porque estás de suerte,
que yo me admiro cuando llego a verte.
CRIADA:
Bellas damas, parecen forasteras.
ANTONIA:
¿A señoras hermosas?
INÉS:
¿Qué te alteras?
ANTONIA:
¿Quiéren nos dar de tanto sol un rayo?
JUANA:
Vuesa merced lo pida al mes de mayo.
ANTONIA:
¿Son de Toledo?
JUANA:
¿Para qué le importa?
ANTONIA:
¡Qué bravos filos! Bravamente corta.
JUANA:
Pues advierta que somos sevillanas.
ANTONIA:
Quite dos letras y serán villanas.
JUANA:
¿Si nos ha conocido?
INÉS:
Calla necia.
JUANA:
Y ella que tanto del valor se precia
enséñenos la cara, por su vida,
porque viene muy larga y mal prendida.
ANTONIA:
Esa culpa será de las criadas.
JUANA:
¿Criadas tiene?
ANTONIA:
Muchas, tan honradas,
que pueden ser sus amas.
JUANA:
No lo crea,
y mire ese galán que la pasea.
(Sale DON DIEGO.)
DON DIEGO:
Al campo saco las tristezas mías
por ver si las venciese en desafío.
JUANA:
Inés, este es aquel ingrato mío.
INÉS:
¿Luego don Diego fue quien te dio celos?
ANTONIA:
A don Diego llegad.
DON DIEGO:
Inmensa dicha,
¿vos en la Vega?
JUANA:
¿Qué mayor desdicha?
INÉS:
Pues tú de mí, señora, ¿estás celosa?
JUANA:
Di en esta necedad.
ANTONIA:
Menos dichosa
me prometí la tarde, pues os veo,
no tengo que pedir a mi deseo,
aunque correspondéis ingratamente.
DON DIEGO:
¿Cómo queréis que sin temor intente
serviros, si el Marqués os quiere tanto?
JUANA:
Estoy, Inés por descubrir el manto
y hacer un desatino.
INÉS:
Espera un poco.
JUANA:
No hay celos cuerdos, si el amor es loco.
(Salen el MARQUÉS y ESTEBAN.)
MARQUÉS:
¿Es aquel don Diego?
ESTEBAN:
Él es,
y no está mal ocupado.
INÉS:
Juana, el Marqués ha llegado.
JUANA:
¿Qué habemos de hacer, Inés?
INÉS:
Que si has visto lo que quieres,
nos vamos a casa luego.
MARQUÉS:
¿Quién hablará con don Diego?
ESTEBAN:
No sé, pero dos mujeres
bizarras están allí.
ANTONIA:
Venid don Diego hasta el río,
por ingrato os desafío,
ya que a la Vega salí.
DON DIEGO:
Que mayor satisfación
os puedo dar, que el Marqués.
ANTONIA:
No hay satisfación después
que me habéis muerto a traición,
ni es el reñir escusado.
DON DIEGO:
Si es desafío español,
¿quién ha de partir el Sol,
si llevo al Sol enojado?
(Vanse los dos.)
MARQUÉS:
Dé vuesa merced lugar,
señora tapada, a ver
si tan bizarra mujer
tiene más con que matar
que con tal donaire y brío.
JUANA:
Esto es bueno para mí,
llevándome el alma allí
aquel enemigo mío.
ESTEBAN:
Suplico a vuesa merced
se quite la sobre vaina,
y no dé heridas con vaina.
INÉS:
Allá paje entretened
con mujeres enfaldadas
vuestra cansada persona.
ESTEBAN:
¿Y no puede ser fregona
alguna de las tapadas?
MARQUÉS:
Merezca, no por quien soy,
sino solo en cortesía
ver amanecer el día.
JUANA:
Con tanta desgracia estoy,
que no puedo responderos.
MARQUÉS:
La quietud habéis perdido,
decid, quién os ha ofendido,
si en algo puedo valeros,
os podéis valer de mí.
JUANA:
Podéis hacerme merced
de dejarme.
(Hace que seva.)
MARQUÉS:
Detened
el paso, que habéis de oír,
¿pues matáis?
JUANA:
¿Tan de repente
parézcoos bien?
MARQUÉS:
Y muy bien.
JUANA:
¡Que cuanto los hombres ven,
quieran bien tan fácilmente!
MARQUÉS:
Yo a nadie quiero.
JUANA:
Mirad
qué condición es la vuestra,
si bien ponéis en la nuestra
antojos de liviandad,
pues hoy en sola una casa
queréis bien a dos mujeres.
MARQUÉS:
Mujer notable, ¿quién eres?
¿Dos mujeres?
JUANA:
Esto pasa,
y tan desiguales son
que son señora y criada.
MARQUÉS:
Por Dios que estáis engañada.
JUANA:
Pero tenéis condición
de señor, que harto y cansado
de la perdiz, apetece
la vaca, y así parece
que os da doña Antonia enfado,
y Juana os regala el gusto.
MARQUÉS:
Vive Dios, que he de saber
quien eres.
JUANA:
Una mujer,
hacerme fuerza no es justo.
ESTEBAN:
Oye señora tapada,
menos desdenes.
INÉS:
Ataje
la manopla, señor paje,
o habrá coz y bofetada.
ESTEBAN:
Eres haca, que no creo
que eres mujer; pero advierte
que soy paje de alta suerte,
y que en señoras me empleo,
no tuve sarna en mi vida,
ni he tomado punto a media.
JUANA:
Bien la condición remedia,
que desde Adán procedida,
tienen sarna original.
ESTEBAN:
Vive Dios que te he de ver.
INÉS:
Mire que hay una mujer
que no la he querido mal,
y no quiero que me arañe.
ESTEBAN:
¿Qué importa si la aborrezco?
(Descúbrese INÉS.)
INÉS:
Pues yo soy, y quien merezco,
perro, que tu amor me engañe.
ESTEBAN:
Vive el cielo que es Inés,
¿hay tal cosa? Tente, para.
INÉS:
No pienso dejarte cara.
MARQUÉS:
¿Qué es eso Esteban?¿Quién es?
ESTEBAN:
Inés, señor, disfrazada.
MARQUÉS:
¿Y tú quién eres mujer?
JUANA:
Si Inés se ha dejado ver,
¿de qué sirve estar tapada?
Juana soy, cáteme aquí.
MARQUÉS:
¿Qué dices?¿Hay cosa igual?
Ay donaire celestial,
a matar sales aquí,
¿tú eres labradora?
JUANA:
Pues
anda acá Inés, no nos riñan.
MARQUÉS:
¿Desta manera se aliñan
villanas?
JUANA:
Anda acá, Inés.
MARQUÉS:
Espera, en mi coche irás.
JUANA:
¿Qué coche, ni qué cochino?
¿Queréis torcer el camino,
ya me entendéis lo demás,
y zamparme en vuestra casa?
INÉS:
Vamos, Juana.
JUANA:
Inés camina.
(Vanse JUANA e INÉS.)
MARQUÉS:
Labradora peregrina,
si tosco sayal me abrasa,
¿qué sirven almas de seda?
¿Has visto Esteban mujer
más bella?
ESTEBAN:
No puede ser,
que ser más hermosa pueda.
MARQUÉS:
¡Ay tan notable invención
de enamorar y matar!
ESTEBAN:
¡Que no puedas conquistar
su villana condición!
MARQUÉS:
Si enamorarme pretende
desta suerte, ¿qué hede hacer?
Algo hay en esta mujer
que se mira y no se entiende.
(Vanse, y salen ANTONIA y DON DIEGO.)
ANTONIA:
Del haberme acompañado
estoy muy agradecida,
de mi esperanza perdida
por el engaño pasado.
DON DIEGO:
No hay amor desengañado
que quiera más si no alcanza
a entretener la esperanza,
con que me obliga a creer
que no hay distancia en mujer
del amor a la mudanza.
Pues para no ser ingrato
a la merced que me hacéis,
pedid licencia al Marqués,
y veréis que no dilato
el casarme, siendo ingrato
al favor que me otorgáis,
que si licencia alcanzáis,
al mismo punto veréis,
que la posesión tenéis,
sin que esperanza tengáis.
(Vase.)
ANTONIA:
Perdida esperanza mía,
albricias, que ya os hallé.
(Sale JUANA.)
JUANA:
¿Cuando don Diego se fue
quedas con tanta alegría?
¿Qué habéis tratado los dos?
ANTONIA:
Ay, Juana, mi casamiento.
JUANA:
Muy justo fue tu contento,
yo se lo pediré a Dios.
ANTONIA:
Yo te prometo casar
con un oficial honrado.
JUANA:
En fin, ¿queda concertado?
ANTONIA:
No falta más de tratar
mi dicha con el Marqués,
yo le voy a hablar, que es justo,
que esto sea con su gusto,
lo demás sabrás después.
(Vase.)
JUANA:
Aquí se acabó mi vida,
aquí dio fin mi tragedia,
aquí en sombra mi esperanza
con triste luto y sangrienta
dio fin al acto postrero.
No hay que aguardar, pues ya queda
todo abrasado el teatro,
y la campaña desierta.
Aquí fue Troya, aquí mi suerte ordena,
que tenga vida yo para más pena.
¡Oh cuántas veces amor,
te dije yo que tuvieras
más respeto a la razón!;
mas tú, ¿qué razón respetas?
¿Quién dijera que don Juan,
pagar ingrato pudiera
tan grandes obligaciones,
tanto amor, tantas finezas?
¡Ah nunca yo te amara ni te viera,
alma de mármol,corazón de piedra!
¿Qué habemos de hacer? Morir,
y no aguardar a que vean
mis ojos lo que ya saben,
pues sea mi muerte ausencia;
¿volveremos a la patria?
No, que hay venganzas en ella,
de quien traté con desprecio
por amar quien me desprecia.
¡Ah cielos!,¿quién podrá tener paciencia,
que en infinito amor no hay resistencia?
(Sale INÉS.)
INÉS:
¿De qué das voces, Juana?
JUANA:
De desdichas,
Inés a Dios te queda,
que puesto que villana,
cubre tosco sayal alma de seda,
yo voy por mis vestidos,
por dicha los que ves fueron fingidos.
INÉS:
¿Adónde vas? Detente.
JUANA:
Por la puente de Alcántara a esas peñas
desesperadamente.
INÉS:
Tu tristeza conozco por las señas;
más que pareces eres.
JUANA:
¡Ay hombres deshonor de las mujeres!,
pues, ¿cuál no fuera buena,
si no nos encantaran el oído?
INÉS:
Dime por Dios tu pena.
JUANA:
No quieras más, de que mi historia ha sido
confusa Babilonia,
don Diego se ha casado con Antonia.
INÉS:
¿Casado?
JUANA:
Allá en el río
debieron de tratarlo aquesta tarde,
voyme, voyme, no fío
de mis ojos paciencia tan cobarde,
¿qué aguardo? Fuego,fuego,
Antonia se ha casado con don Diego.
(Vase.)
INÉS:
Fuese desesperada.
(Sale ANTONIA.)
ANTONIA:
¿Qué es esto?, dime Inés.
INÉS:
Agora creo
que la villana honrada,
celosa espía fue de su deseo.
ANTONIA:
¿Cómo celosa?
INÉS:
Juana
está sin seso desde ayer mañana.
Sin duda no es grosera
con el traje que trae de labradora,
que tener no pudiera
tales vestidos, a no ser señora,
de que iba ayer cargada,
y anduvo por la Vega disfrazada.
Celos son de don Diego;
porque hoy en la Vega le has hablado.
ANTONIA:
Agora si que llego
a creer el respeto malguardado,
mil sospechas tenía,
tal vez me hablaba bien, y tal fingía
que no la detuvieras.
INÉS:
Agora sale, síganla,¿qué esperas?
ANTONIA:
¿Qué haré?
INÉS:
Que consideres.
ANTONIA:
Qué cobardes nacimos las mujeres,
¿si se va con don Diego?
INÉS:
¿Pues eso dudas?
ANTONIA:
Siempre el amor es ciego,
solo para engañarme
trató del casamiento, todo ha sido
con palabras burlarme.
(Sale DON FERNANDO.)
FERNANDO:
¿Qué es esto,doña Antonia?
ANTONIA:
Que se ha ido
la infame labradora,
y mis vestidos se ha llevado agora.
FERNANDO:
¿Juana con malas manos,
teniéndolas tan buenas?
INÉS:
Linda flema.
FERNANDO:
Pensamientos villanos,
que diera yo para vencer su tema
más joyas que ha llevado,
solo porque escuchase mi cuidado,
pienso que solamente
pudiera ser bastante esta bajeza,
para que el fuego ardiente,
que ha encendido en mi pecho su belleza,
sus rigores templara
tan malas manos con tan linda cara.
ANTONIA:
Mientras que das al viento
exclamaciones vanas y amorosas,
seguirla quiero.
FERNANDO:
Intento
que se ajuste a mis penas tan forzosas,
que pienso que la lleva
un falso amigo que no sale aprueba.
ANTONIA:
Yo quiero acompañarte.
INÉS:
Sin duda que los dos pasan la puente.
ANTONIA:
Daré a mi padre parte.
FERNANDO:
De ninguna manera, brevemente
saquen el coche, hermana.
ANTONIA:
¡Ay ingrato don Diego!
FERNANDO:
¡Ay bella Juana!
(Vanse.)
(Salen el MARQUÉS, DON DIEGO, ESTEBAN y los músicos.)
MARQUÉS:
Llegue la barca a la orilla.
DON DIEGO:
Ya va llegando la barca.
MARQUÉS:
A la isla pasar quiero,
que el Tajo aprisiona en plata,
¿los músicos?
DON DIEGO:
Ya han venido,
gran gente la puente pasa,
todos son de Andalucía,
la barca toca a la playa.
MARQUÉS:
Entren todos, buena viene. (Vese una barca muy compuesta y enramada.)
Como en Sevilla la enraman,
mas no de naranjos verdes
para pasar a Triana,
tantas damas y galanes,
Viernes de entre Pascua y Pascua,
quédate Esteban aquí;
porque si don Pedro baja,
digas que pase a la Isla,
y vendrá por él la barca.
Cantad por el río vosotros,
que hace linda consonancia
el viento por esos olmos,
por esas peñas el agua,
moved a espacio los remos,
¿aquella no es Juana? Juana,
¿dónde vas?
(Sale JUANA.)
JUANA:
Cielos, ¿qué es esto?
Dentro de una barca pasan
don Juan y el Marqués el río.
MARQUÉS:
Acosta, acosta, no vayas
tan a prisa, dad la vuelta
Juana. ¡Juana!
JUANA:
¿Quién me llama?
MARQUÉS:
Vive Dios que es ocasión,
don Diego para llevarla
donde no la valgan bríos,
ni condiciones villanas,
el Marqués soy, llega,llega.
DON DIEGO:
¡Ay Dios!, si podré avisarla,
¿con qué ocasión le diré
el peligro que la aguarda?
JUANA:
Esta es famosa ocasión
para que tome venganza
de don Diego, la señor Marqués,
¿quiere llevarme?
MARQUÉS:
Entra, salta.
DON DIEGO:
¿Señores músicos saben
la letra que agora se canta?
Por la puente, Juana,
que no por el agua.
MÚSICOS:
Sí sabemos.
DON DIEGO:
Sepan que es
al propósito estremada.
JUANA:
Muy bien entiendo a don Diego;
mas soy mujer y agraviada,
hoy me vengo de sus celos,
entro.
MARQUÉS:
Pues moved las Palas,
y vosotros id cantando
eso de la puente, Juana.
[MÚSICOS]:
(Cantan.)
Por la puente, Juana, (Vanse y queda ESTEBAN.)
que no por el agua.
ESTEBAN:
Partieron, no hay blanco cisne
que con las cándidas alas
rompa el cristal como el barco,
cercos de frígida plata,
donde no hay agua, no hay fiesta,
como vuelan y se apartan
unas olas de otras olas,
fiestas aquellas se llaman,
con todo me ha dado pena,
que Juana con ellos vaya,
casta ha partido, mas creo
que no volverá tan casta.
Don Fernando y doña Antonia
son los que del coche bajan,
¿adónde bueno,señores?
(Salen FERNANDO y ANTONIA.)
FERNANDO:
Oh Esteban, viene mi hermana
a buscar por esta puente
donde las mujeres lavan,
aquella Juana fingida,
que con sus rudas palabras,
era ladrona famosa.
ESTEBAN:
Ladrona, mucho te engañas
si por dicha no lo dices;
porque lo fue de las almas.
ANTONIA:
Si me lleva mis vestidos,
¿será por ventura honrada?
ESTEBAN:
No sé, pero si ella hurta,
sus ojos son llaves falsas,
con el Marqués pasa el río,
como otra Helena robada,
que como en Marqués hay mar,
en mar de Marqués se embarca,
aquel barco con Helena,
tiene al toro semejanza,
sino lo es don Diego.
ANTONIA:
¿Quién?
ESTEBAN:
El que a los dos acompaña.
ANTONIA:
¿Pues va allí don Diego?
ESTEBAN:
Sí,
y porque vuelve la barca
por don Pedro, y no ha venido,
dadme licencia que vaya
a ver estos desposorios.
ANTONIA:
No se harán, si la villana
no me vuelve mis vestidos.
ESTEBAN:
Entrad si queréis hallarla.
ANTONIA:
¿Quieres Fernando?
FERNANDO:
Pues no,
a costa que de una falsa
amistad tengo una queja,
y pienso así averiguarla.
ESTEBAN:
Entren, y verán la isla
mejor del Tajo, y a Juana,
que pudiendo por la puente,
quiso pasar por el agua.
(Vanse.)
(Salen DON DIEGO y el MARQUÉS.)
MARQUÉS:
¿No desembarca Juana?
¿Cómo ha venido contan gran tristeza?
DON DIEGO:
Volvió nieve la grana
que esmalta de su rostro la belleza,
luego que tus amores
turbaron con el miedo sus colores.
MARQUÉS:
Pues, ¿de qué tiene miedo?
DON DIEGO:
De haberse puesto en tal peligro.
MARQUÉS:
Y fuera
más justo que en Toledo,
de la manera que la vi sirviera,
no ha sido más dichosa.
DON DIEGO:
Está de verse indigna temerosa.
MARQUÉS:
Mira don Diego el día,
que un hombre a una mujer le dice amores,
cesó la cortesía,
y el respeto debido a los señores;
porque sujeto queda
a que tratarle mal si quiere pueda,
Juana será estimada
de ti y de mí, y de todos mis criados,
servida y regalada,
la Primavera destos verdes prados,
de flores guarnecidos
envidiarán la tela a sus vestidos.
Sus joyas serán tales,
que se conozca en ellas mi deseo,
no ha de traer corales
más que en su rostro.
DON DIEGO:
De tan alto empleo,
¿qué menos su belleza
pudo esperar, señor, de tu grandeza?
MARQUÉS:
Entretén esa gente,
mientras que voy, don Diego, a persuadilla,
que ver cuán tristemente
sale del barco a la arenosa orilla,
vergonzosa y cobarde
muestra que se arrepiente, mas ya es tarde.
(Vase.)
DON DIEGO:
Desdichas que habéis llegado
a tal estremo conmigo,
que vengo hasta ser testigo
de mi deshonra forzado,
a cual hombre en tal estado
habéis puesto como a mí,
pues pudiendo hablar aquí,
por el honor que me toca
me cierra él mismo la boca,
ingrata Isabel por ti.
Si agora al Marqués hablara,
y quien era le dijera,
claro está, que quien es fuera,
y su nobleza mostrara,
claro está, que la dejara.
Pero si yo la advertí,
cuando en la puente la vi,
y ella a mi pesa rentró,
bien sabe que le estimó,
y que me aborrece a mí.
DON DIEGO:
Cuando porque me entendieses,
desentendida tirana,
dije, «por la puente,Juana»,
para que el peligro vieses,
era honor tuyo, que fueses
por el agua a darme enojos,
fuertes fueron tus antojos,
que los hombres advertidos
pueden disculpar oídos;
mas no lo que ven los ojos.
Perdiendo el juicio estoy,
no de verme despreciado,
sino de llegar a estado
que deje de ser quien soy,
¿cómo mil quejas no doy
de tanto agravio a los cielos?,
que buen pago a mis desvelos,
hasta cerrarme los labios.
Mas bien es que sufra agravios,
quien tuvo paciencia en celos.
Ya le tomará las manos,
ya le dirá amores tiernos,
que de maneras de infiernos,
que de agravios inhumanos,
cuando inventaron tiranos
tormentos de más rigores,
que ver que tú la enamores,
y él te diga amores ya,
amores dije, ojalá,
que fuera decirla amores.
DON DIEGO:
Pensamientos me han venido
de echarme desesperado
Tajo en ese espejo helado,
de abrasado y de corrido
defiende agravio el sentido,
que como amor es furor,
no sabe tener valor,
advierte, que un hombre honrado
después de estar agraviado,
no es justo que tenga amor.
(Salen DON FERNANDO, ANTONIA y ESTEBAN.)
ESTEBAN:
Aquí está solo don Diego.
ANTONIA:
¿Pues solo en esta ocasión?
ESTEBAN:
Que le habléis con discreción
y no con enojo os ruego,
que estará cerca el Marqués.
FERNANDO:
Don Diego, ¿qué soledad
es esta?
DON DIEGO:
Si la amistad
para tales tiempos es,
dejad a un hombre afligido,
en lugar de acompañarme,
que estoy cerca de matarme,
de una mujer ofendido.
FERNANDO:
Mujer, ¿aquí no sois vos
el dueño de quien decís?
DON DIEGO:
¿Pues a vengaros venís
de mis agravios los dos?
Escondeos conmigo aquí,
que viene huyendo de un hombre,
que el respeto de su nombre
me obliga a tratarla así.
ESTEBAN:
Bien será que no nos vea,
y puesto que es el Marqués,
que tiempo tendrá después
doña Antonia, si desea
vengar sus celos.
ANTONIA:
Aquí
hay árboles más espesos.
DON DIEGO:
Presto veréis mis sucesos,
que agravios pasan por mí.
(Escóndense, y salen el MARQUÉS y JUANA.)
JUANA:
No tiene el mundo poder,
advierta Vueseñoría,
que es injusta su porfía.
MARQUÉS:
¿No eres mujer?
JUANA:
Soy mujer.
MARQUÉS:
¿Eres labradora?
JUANA:
No.
MARQUÉS:
Pues, ¿quién?
JUANA:
No quiero decillo.
MARQUÉS:
Pues, ¿qué intentas?
JUANA:
Encubrillo.
MARQUÉS:
¿Hasta cuándo?
JUANA:
Que sé yo.
MARQUÉS:
¿Sabes dónde estás?
JUANA:
Muy bien.
MARQUÉS:
¿Quién te ha de valer?
JUANA:
Mi honor.
MARQUÉS:
Es necedad.
JUANA:
Es valor.
MARQUÉS:
Soy quien soy.
JUANA:
Y yo también.
MARQUÉS:
Amor me obliga.
JUANA:
Y a mí.
MARQUÉS:
¿De quién?
JUANA:
De quién me burló.
MARQUÉS:
¿Es hombre rústico?
JUANA:
No.
MARQUÉS:
¿Pues es caballero?
JUANA:
Sí.
MARQUÉS:
¿Tiene calidad?
JUANA:
Y mucha.
MARQUÉS:
¿Es mi igual?
JUANA:
No es vuestro igual.
MARQUÉS:
¿Es principal?
JUANA:
Principal.
MARQUÉS:
Declárate más.
JUANA:
Escucha,
Señor Marqués de Villena,
invictísima Corona
de Girones y Pachecos,
cuyas hazañas heroicas
escribe en papel la fama,
que no hay tiempo que las borra,
que son diamantes las letras,
y bronce eterno las hojas.
Yo soy de León de España,
que justamente se honra
de aquellos primeros Reyes,
que de la nobleza goda
quedaron para castigo
de los bárbaros que agora
solo viven por reliquias
de las pasadas historias;
neutrales están mis deudos,
que quiera a don Juan me estorban,
había llegado el mes,
que prados y campos borda,
aquellos viste de nieve,
estos de flores y rosas,
bajaban los arroyueles
a guarnecer con las olas
de pasamanos de plata,
las márgenes arenosas.
JUANA:
Yo con ocasión injusta
de enfermedades que toman
más la ocasión que el acero,
tal vez voluntades mozas,
a hablar a don Juan salía
para escusar mi deshonra,
que quiere amor que el deseo
a la razón se anteponga,
supo don Sancho estos días,
y una mañana lluviosa,
que para que no saliera,
parece que el alba llora,
llegó más presto,¡ay de mí!,
que aún me matan sus congojas,
que celos madrugan mucho;
porque duermen pocas horas,
salió de unos verdes ramos,
y asiéndome de la ropa,
que no del alma a escucharle,
mis pies turbados reporta,
oigo amorosas razones,
si puede ser que las oiga,
quien mirando a quien le habla,
está pensando otra cosa.
Pero cuando ya atrevido,
más intenta que razona,
puse mi rostro en defensa
con palabras afrentosas,
que los hombres atrevidos
cuando a su gusto se arrojan,
para entrar a sus deseos
tienen por puerta la boca.
JUANA:
En este tiempo don Juan
con espacio libre asoma,
que quien anda de ganancia
no le despiertan congojas,
luego que mira el suceso,
como es razón se alborota,
pierden el color entrambos,
yo entonces el alma toda,
así toros de Jarama
alzan las frentes celosas,
vierten por la boca espuma,
fuego por los ojos brotan,
así en el arena escarban,
brío enamorado cobran,
y los llaman al desafío,
la palestra polvorosa,
como sacan las espadas
don Juan, y don Sancho, y doblan
las capas, que al brazo envuelven
mi presencia los provoca,
por estar favorecido
(que pienso que en esto importa)
dio más ventura a don Juan,
que olvidados tienen poca,
íbale mal a don Sancho,
yo como algunas personas
que están viendo a los que juegan,
que del uno se aficionan,
deseaba que ganase
don Juan, esperando, ¡ay loca!,
más desdichas debarato,
que estos olmos tienen hojas,
cayó don Sancho, y don Juan
luego la mano me toma,
y a un pueblo suyo me lleva,
no hay secreto que se esconda,
huye a la justicia un día,
sígole yo triste y sola,
luego con un escudero,
que en Olías me despoja
de joyas y de consuelos,
y con engaños me roba.
JUANA:
Mudo el traje, y en Toledo
sirvo humilde labradora,
donde me veis y decís
que mi talle os aficiona;
decís que me hable don Diego,
a quien doña Antonia adora,
esta dama toledana,
que era entonces mi señora.
Ese don Diego es don Juan,
que deste nombre se adorna,
por serviros y encubrirse,
tanto el peligro le exhorta
de celos desatinados;
para vengarme a mi costa
entré en la barca esta tarde,
confianza peligrosa.
Pero justa en la nobleza
de vuestra persona heroica,
que no ha de degenerar
de sus magnánimas obras,
sino ayudarme a cobrar,
como quien es honra y gloria
de Villenas y Girones,
mi ser, mi vida y mi honra,
por título, por señor,
por grande, por hombre sobra,
pues soy mujer, y mujer
que os ha contado su historia.
MARQUÉS:
Cuando no fuerais mujer
de tan notoria nobleza,
por el talle y la belleza
mi favor debéis tener;
yo os he de favorecer,
que os debo, y es cosa llana,
el volver por tan liviana
causa en mi noble opinión,
como tener afición
a una rústica villana.
Bien el alma me decía,
pues se ha visto en el efeto,
que había mayor conceto
donde la vuestra vivía.
Tendréis este mismo día
a don Juan. ¿Hola,criados,
gente?
JUANA:
Estarán descuidados.
MARQUÉS:
¿Hola, Esteban?
(Sale ESTEBAN.)
ESTEBAN:
Aquí estoy.
MARQUÉS:
Llama a don Diego.
(Sale DON DIEGO.)
DON DIEGO:
Yo soy
dueño de tantos cuidados.
MARQUÉS:
¿Estábadeis escondidos?
ESTEBAN:
Sí, señor, porque obligaba
la desdicha de don Juan.
DON DIEGO:
Confiado en la palabra
que has dado a doña Isabel
llego a tus pies.
MARQUÉS:
No te engañas.
DON DIEGO:
¿Cómo me puedo engañar,
cuando aquí me desengañas
con tu divino valor?
MARQUÉS:
Esteban, testigos llama
de la palabra y la fe,
que por más fuerza jurada
quiero que quede a Isabel.
(Salen DON FERNANDO y ANTONIA.)
FERNANDO:
Aquí estamos yo y mi hermana,
que con otro pensamiento,
que nos dio bastante causa,
pasamos sin su licencia.
ANTONIA:
Señor, cuanto amor engaña
tu misma disculpa tiene,
que para mayores basta.
MARQUÉS:
Pues si sabéis ya los dos
las historias y desgracias,
¿qué os habrá movido el pecho
de don Juan y desta dama?
Hasta acabarlas del todo,
tendrán mi amparo en mi casa,
y con veinte mil ducados
de dote quiero pagarla
la confianza que tuvo.
JUANA:
Fue muy justa confianza
en tan divino valor.
DON DIEGO:
Y aquí por la puente, Juana,
da fin en servicio vuestro,
dadnos perdón de las faltas.