Proclama de Zumalacárregui
Soldados:
El genio del mal os arrastró inconsiderablemente hasta poneros en el borde del precipicio, su objeto reducido tan sólo a armar españoles contra españoles para llevar adelante sus atroces planes, únicamente se complace en abrir nuevas heridas sin haberse todavía cicatrizado las profundas que dejó el aciago tiempo del sistema constitucional.
Cuando las naciones extranjeras trataron en diferentes épocas de imponer el yugo de la servidumbre a la heroica España, convencidos de que sus esfuerzos no podían superar el valor de sus naturales, se valieron del mismo inicuo medio que hoy emplea la revolución, desengañaos; en el día todo se dirige a igual fin, reflexionad por un momento y fijad la vista en vuestra Patria, haceos cargo de cuanto en ella pasa y veréis que el número de los que aman a Carlos V es infinitamente superior al de los que quieren a una niña, que no cuenta con más apoyos que el de unos hombres constantemente avezados con la relajación y el desorden.
Convencidos que sobre hallarse ajena de derechos al trono, esos mismos que figuran defendérselo están muy lejos de pensar en la estabilidad de un gobierno monárquico. No lo dudéis, siempre han sido enemigos de la monarquía, y es imposible que ahora puedan ser sus defensores.
Volved pues del error en que os halláis, nuestro católico monarca Carlos V ama a todos los españoles como a sus más tiernos hijos, y su corazón paternal no puede sufrir el amargo dolor que le causa verlos bañados en sangre.
Deponed esas armas, retiraos a vuestras casas y allí dedicaos tranquilamente a vuestros trabajos; y si pensáis no hallar en ellas seguridad, venid a las filas de la lealtad donde seréis bien recibidos como hermanos.
Yo os prometo en el real nombre del Rey nuestro señor, y en uso de las regias facultades que se ha dignado conferirme con fecha 18 de marzo último, que seréis indultados por el crimen en que algunos habéis podido incurrir, en haber tomado voluntariamente las armas contra su soberanía, con tal que lo verifiquéis en el término de veinte días.
Esta promesa es sagrada e inviolable; aprovechaos de ella, y de este modo, libre la Patria de los males que la estáis causando, recobrará su tranquilidad y volverá a ser admirada de la Europa entera.
Cuartel general de Elizondo, 20 de Abril de 1834. — El Comandante General en jefe de Navarra y Guipúzcoa.
Fuente
[editar]- Ferrer, Melchor; Acedo, José F. (1943): Historia del Tradicionalismo Español, tomo IV, página 255.