Proclama de la Comisión Federal de la F.R.E.-A.I.T. de Alcoy(14-07-1873)

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A LOS TRABAJADORES

Ante la conducta de los ministros de la República, ante las calumnias de la prensa de todos los matices y ante los insultos de toda la clase media en general, no era posible que el silencio fuese nuestra contestación, ni mucho menos que con él diésemos crédito a tanta falsedad y a tan inauditas relaciones como se han hecho de los sucesos de Alcoy.

No pretendemos, sin embargo, justificarnos ante la burguesía porque comprendemos lo imposible del objeto, pues que nuestros explotadores no razonan cuando de sus intereses se trata, ni se satisfarían más que con la imposible destrucción de nuestra Asociación.

No; tampoco aspiramos a demostrar lo odioso e incalificable de la conducta de los republicanos federales, pues la hemos previsto hace mucho tiempo, y, por consiguiente, ni nos extraña ni nos sorprende.

No necesitamos tampoco probar a nuestros compañeros de Asociación que nuestra conducta en Alcoy, como en todas partes, responde a la dignidad de nuestra conciencia y al camino que nos hemos trazado de antemano respecto a nuestros derechos o libertades.

Deseamos únicamente que aquellos obreros que no participan de nuestras ideas; que los trabajadores que todavía tienen una venda en los ojos y no conocen sus intereses, sepan la verdad de los hechos y juzguen imparcialmente su resultado.

Cuando el partido republicano estaba en la oposición y por boca de sus propagandistas como por sus órganos en la prensa seducía y halagaba al trabajador, asegurándole que dentro de la forma política republicano-federal se encontraría completamente garantida la práctica de los derechos individuales, contestamos siempre que el conocimiento del principio de autoridad nos hacía comprender que sus promesas no eran verdad y que la persuasión de la misión altamente conservadora de todo gobierno, llámese como se quiera, tiene, nos convencía de que, por el contrario, los derechos individuales se habían de ver atacados por los republicanos federales como lo habían sido por los reaccionarios agentes de Sagasta. Los hechos han venido a darnos la razón, si bien por la diferencia de que el actual gobierno ha sido más imprudente y más escandaloso que el de aquel ministro.

Y, en efecto, es preciso que se tenga conocimiento de que en Paradas, declarada una huelga de los obreros del campo, y una vez triunfante ésta, la clase media, ayudada por el alcalde y la calumnia por arma, asaltó y cerró, destrozando lo que en él había, el local de la Asociación, y que, a pesar de la conveniente justificación y pruebas de que la conducta de la Asociación era lo contrario a lo que el alcalde manifestó, presentadas al gobernador de la provincia por una comisión de obreros, el local continúa cerrado, y el gobernador, con malos modos y muy poca educación, desoyó dicha comisión.

En Carmena, a consecuencia de la huelga de los trabajadores agricultores, salieron de aquella localidad los burgueses conocidos por los hermanos Sanjuanistas; marcharon a Málaga en busca de obreros, diciendo que en Carmona no había brazos, y acordando los obreros participar esta determinación a sus compañeros de las inmediaciones con dicho objeto, el alcalde dio órdenes y armas que en su poder tenía, a asalariados buscados expresamente para que prendieran a los individuos que formaban parte de dichas comisiones, y en tanto que estos mercenarios cumplían estas órdenes, el alcalde, con los municipales, asaltó el local de la Sociedad rompiendo la puerta, penetrando dentro de él, destrozando los muebles e incautándose de fondos y documentos, y como resultado, la prisión de cuarenta y dos trabajadores y el permanecer cerrado en la actualidad el local de la Asociación.

En Sevilla, las autoridades, tomando pretexto de las repugnantes y ambiciosas luchas intestinas del partido republicano, prenden y persiguen a los obreros internacionalistas, que para nada se mezclan en tales miserias.

En Sanlúcar de Barrameda, el alcalde, para secundar los planes de explotación de la burguesía, cierra el local de la Asociación y provoca las iras de los obreros con sus amenazas y ataques a los derechos individuales. Vienen comisiones reclamando del ministro de la Gobernación se les devuelva el uso de su derecho abriendo el local tan arbitrariamente cerrado, y el señor Pi promete lo que después no cumple; se procura una interpelación en el Congreso sobre estos hechos, y el señor Pi contesta para obrar después de distinto modo, por cuya razón, y ante la convicción de que la conducta del Gobierno obedece a un plan de proscripción contra nuestra Asociación, los obreros de Sanlúcar destituyen las autoridades locales, nombran otras, que las sustituyen y vuelven a abrir el local de la Asociación.

En Valencia se prende y maltrata a los encargados de los trabajos administrativos de la huelga y se prohiben las reuniones de los obreros aun después de autorizadas por el Gobierno, y una parte de la Milicia se convierte en policía secreta para prender trabajadores por delito de declararse en huelga.

En el Viso se declaran en huelga los trabajadores y, aunque no forman parte de La Internacional, se disuelven sus reuniones pacíficas y son amenazados por la autoridad.

En Jerez es asaltado por la autoridad el local de la Asociación de Panaderos y Agricultores, apoderándose de los documentos de la misma, lo cual produjo una indignación que llegó hasta el punto de llegar a dimitir a las autoridades que tan cínicamente habían provocado un conllicto, que no estalló merced a la última determinación de las mismas.

En Palma de Mallorca se presenta el alcalde en las reuniones, y cuando un internacionalista pretende hablar se lo prohibe por la razón de que no piensa del mismo modo, y, sin duda, con la intención de provocar acontecimientos funestos.

Y, por ultimo, en Alcoy se declaró una huelga general de todos los oficios en demanda de aumento de jornal y reducción de horas de trabajo. El alcalde, que conocía perfectamente el objeto de la huelga, dio la seguridad de que permanecería neutral, a fin de que obreros y patrónos pudieran entenderse libremente.

El mismo día, y a consecuencia de conferencias con algunos fabricantes, publicó una hoja, que sentimos no poder reproducir, insultando y calumniando a los obreros y poniéndose al lado de algunos fabricantes, destruyendo el derecho y la libertad de los huelguistas y provocando el conflicto.

Sin embargo, los obreros de Alcoy, sorprendidos de semejante cambio, tan brusco como incalificable, nombraron una comisión de su seno para manifestar al Ayuntamiento que si no estaba dispuesto a conservar una completa neutralidad en los pacíficos asuntos de ia huelga, conforme había manifestado y prometido, lo conveniente, a fin de evitar un conflicto, era que presentase la dimisión de sus cargos, pues que la incomprensible conducta de la autoridad había producido una grande e inevitable efervescencia.

Inútiles fueron las razones y explicaciones de la situación que la Comisión hizo, pues al salir ésta por las puertas de la Casa Consistorial, los dependientes de la autoridad hicieron una descarga, hiriendo y asesinando a varios de los trabajadores que, en actitud pacífica, se paseaban por la Plaza de la República.

Los provocadores, posesionados de los puntos estratégicos de dicha plaza, continuaron su mortífero fuego contra el pueblo desarmado, que, en la necesidad de repeler la fuerza por la fuerza, corrió en busca de armas con que contestar a tan brutal agresión.

Veinte horas duró la lucha. Varios trabajadores han muerto defendiendo sus derechos hollados y pisoteados por los republicanos federales, y algunos otros quedaron inútiles para el trabajo a consecuencia de sus heridas, y si bien no es posible todavía precisar el número de los unos y de los otros, puede calcularse que no serán más de diez entre muertos y heridos.

De los provocadores no pasarán de quince entre unos y otros, y todos ellos durante el combate, puesto que después del asalto de los puntos donde estaban parapetados ni siquiera el más pequeño insulto se dirigió a ninguno de los que habían hecho armas contra el pueblo.

Medidas precisas fueron respecto a cinco o seis edificios; pero entiéndase bien que sólo se hizo porque desde ellos se hacia un nutrido fuego a los trabajadores. Personas y propiedades han sido respetadas, y hubiera habido que lamentar la pérdida de menos seres humanos si el alcalde Albors, al decir que se rendía, no hubiese sido un engaño que produjo la muerte de los que fueron a penetrar en el Ayuntamiento creyendo sinceras sus palabras, y aun tal vez el alcalde no hubiera sido víctima de la justa indignación popular, si al verse en poder de los trabajadores no hubiese hecho uso de un revólver, disparando tiros sobre los que se apoderaban de su persona.

Seres arrojados por el balcón, curas ahorcados de los faroles, hombres bañados en petróleo y asesinados a tiros en la huida, cabezas de civiles cortadas y paseadas por las calles, incendio premeditado de edificios, quema y destrucción del edificio del Ayuntamiento, violación de niñas inocentes, todas estas patrañas son horribles calumnias dignas sólo de la lengua de un ministro de la clase media y de la prensa burguesa, que de todo esto, sin duda, se consideran capaces.

Las supuestas coacciones, opresión ejercida en los mayores contribuyentes, para que éstos hicieran recaer la responsabilidad de los hechos sobre las autoridades y declarando que la conducta de los trabajadores había sido todo lo digna que las circunstancias permitían, es una mentira más, puesto que lo han hecho libre y espontáneamente y de ningún modo violentados.

PROTESTAMOS de las calumnias lanzadas sobre nosotros en el Congreso; PROTESTAMOS igualmente de las que la prensa ha publicado, y si bien somos los primeros en lamentar la innecesidad de estas catástrofes, lo hemos dicho y lo repelimos, en el camino de las violencias el solo responsable es el que da el primer paso.

Como internacionales, no nos cansaremos de repetirlo, nada de común tenemos con los partidos políticos, y por consiguiente ninguna participación nos cabe en sus miserias ni en sus luchas; pero como hombres estamos dispuestos a defender nuestros derechos con todas nuestras fuerzas y siempre que se vean atacados por quien quiera que sea.

Sabemos también mejor que nadie que no es llegado el momento de realizar nuestras aspiraciones, y por consiguiente no nos separaremos de nuestra propaganda y organización. Sirva esto de contestación a esas débiles y calenturientas imaginaciones que sueñan con conspiraciones y levantamientos internacionalistas, pero, lo repetimos, la conducta de los trabajadores de Alcoy será el ejemplo de la que procuraremos seguir siempre que la práctica de los derechos individuales llegue a hacerse imposible a consecuencia de los abusos de las autoridades.

Aquí deberíamos concluir, pero la conducta de algunos ministros y de la prensa, y sobre todo de la prensa republicana, a excepción de «La Justicia Federal», nos subiere algunos pensamientos.

Esos trabajadores que hoy calumniáis son los mismos que en algún tiempo adulabais y excitabais a la rebelión, cuando el resultado de ésta podía ser el mejoramiento de vuestra posición particular.

Esos trabajadores que llamáis vándalos y asesinos, son los mismos a quien aconsejabais que ante los ataques a los derechos individuales, el derecho de insurrección era legítimo, sin pensar que algún día habíais de ser vosotros mismos los reaccionarios que habíais de hacer buena con vuestra conducía la conducta de Sagasta.

Esos trabajadores que hoy calumniáis, son los mismos que en algún día aconsejabais que ante los ataques a los derechos individuales, el derecho de que entonces apreciabais la conducta del trabajador, bajo el punto de vista de vuestra precaria situación, y hoy lo hacéis desde vuestra alta posición y satisfactorio estado.

Pero es preciso que los entendáis bien; los obreros hacen poco caso de hombres y promesas; sólo esperan y juzgan la conducta y los hechos de los hombres y colectividades, y cuando éstas son reaccionarias, protestan de ellas, como hoy protestamos nosotros de los ataques a la libertad y al derecho, y de las calumnias de los ministros y la prensa del partido republicano federal.

Alcoy, 14 de julio de 1873. La Comisión Federal de la Región Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores.