Profecía del Tajo
Apariencia
Folgava el rey Rodrigo con la hermosa Cava en la ribera del Tajo, sin testigo; el río sacó fuera el pecho, y le habló de esta manera: «En mal punto te gozes, injusto forçador; que ya el sonido y las amargas vozes, y ya siento el bramido de Marte, de furor y ardor ceñido. »¡Ay! essa tu alegría qué llantos acarrea, y essa hermosa (que vio el sol en mal día) a España, ¡ay, quán llorosa!, y al cetro de los godos, ¡quán costosa! »Llamas, dolores, guerras, muertes, assolamiento, fieros males entre tus brazos cierras; trabajos inmortales a ti y a tus vassallos naturales: »a los que en Constantina rompen el fértil suelo, a los que baña el Ebro, a la vezina Sansueña, a Lusitaña, a toda la espaciosa y triste España. »Ya dende Cádiz llama el injuriado Conde, a la venganza atento, y no a la fama, la bárbara pujanza en quien para tu daño no hay tardança. »Oye que al cielo toca con temeroso son la trompa fiera, que en África convoca el moro a la bandera, que al aire desplegada va ligera. »La lança ya blandea el árabe cruel, y hiere el viento, llamando a la pelea; innumerable cuento de esquadras juntas veo en un momento. »Cubre la gente el suelo, debaxo de las velas desaparece la mar, la voz al cielo confusa y varia crece, el polvo roba el día y le escurece. »¡Ay! que ya presurosos suben las largas naves; ¡ay!, que tienden los braços vigorosos a los remos, y encienden las mares espumosas por do hienden »El Éolo derecho hinche la vela en popa, y larga entrada por el hercúleo estrecho, con la punta acerada, el gran padre Neptuno da la armada. »¡Ay triste!, ¿y aún te tiene el mal dulce regaço; ni llamado al mal que sobreviene, no acorres; ocupado? ¿No ves ya el puerto a Hércules sagrado? »Acude, acorre, vuela, traspassa el alta sierra, ocupa el llano; no perdones la espuela, no des paz a la mano, menea fulminando el hierro insano.» ¡Ay, quánto de fatiga, ay, quánto de sudor está presente al que viste loriga, al infante valiente, a hombres y a caballos juntamente! Y tú, Betis divino, de sangre ajena y tuya amancillado, darás al mar vecino ¡quánto yelmo quebrado, quánto cuerpo de nobles destroçado! El furibundo Marte cinco luzes las hazes desordena, igual a cada parte; la sexta ¡ay!, te condena, ¡oh cara patria!, a bárbara cadena.