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Puertas adentro: 02

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Escena I

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La escena representa un saloncito lujoso. Pequeño escritorio de mujer en el centro. Puertas al fondo y a la derecha. Ventana a la izquierda.
PEPA

PEPA. -(Cantando «Hijos del Pueblo» mientras limpia los muebles con un plumero.) «Hijos del pueblo te oprimen cadenas». Ya lo creo que las oprimen. ¡Uff!... Y a nadie más que a nosotras, las hijas del pueblo que servimos... ¡ Qué barbaridad! Imagínense ustedes, ahora limpiando los muebles... no tienen ni pizca de polvo, pero hay que limpiarlos, o hacer la parada de que se limpian, mientras no lloran los chicos. Porque en cuanto comienzan a berrear... Felizmente duermen. Oh, esos muchachos. Todo el santo día molestando. -Mamá, mamá. ¡Yo quiero pis! Mamá, la nena me ha pegado, yo quiero ir a la puerta... Mamá, esto; mamá, el otro; mamá lo de más allá... Ustedes creerán que la mamá se desvive por atenderlos... ¡Pues no señor! Maldito el caso que les hace... Que Totó quiere pis, pues ya está la patrona a gritos: ¡Pepa! ¡Pepa! ¡El servicio para el nene! Y por el estilo: ¡Pepa, calienta leche! ¡Pepa, llévalos a la puerta! ¡Pepa!... Y Pepa arriba, y Pepa abajo... Todo tiene que hacerlo Pepa... la indispensable Pepa... Terrible cosa... no bien amanece, de pie y a vestir a los niños; unos muñecos los más madrugadores y después a darles el té con leche; y más tarde a lavar los pañales del menorcito, una monada de criatura que no hace más que ensuciarse... y a tender las camas, y a servir la mesa, y a lavar el servicio... y no bien han concluido todas esas tareas, vuelta con los niños; a bañarlos, a sacarlos a paseo, a... ¡ Oh! ¡Qué sofocación, señores, qué sofocación !... Y menos mal cuando todos estos trajines no van acompañados de rezongos y gritos de la patrona...

¡Es lo que más rabia me da! Bebé, por corretear en la vereda, se rompe las narices. Pues la culpa la tiene Pepa, una descuidada, una bandida, una canalla. Miren que dejar caer a la pobre criatura... ¡Qué infamia! Porque los niños no se caen nunca sino por descuido de las mucamas... Y como esto, todos los rezongos... menos mal, cuando la patrona no amanece de mal humor... ¡que sabe agarrar unas lunas!... ¡ Ay! Vale más no acordarse de ello. Y por ese trabajo, con malos ratos y todo, me pagan, señores, cuatro pesos al mes, con comida, es claro... mejor dicho, con sobras. (Se interrumpe y recorre los muebles tarareando.) ¡Ay! ¡Qué vida ésta! ¡Qué vida! ¡ Qué vida !... Ni un instante desocupada... Ahora mismo, que podría hacerme una escapadita hasta la carnicería, a ver al podre Isidro que me ha de estar esperando... a Isidro... ¿no lo conocen?... mi novio... Ahora que podría charlar un rato con él, pues no están los señores, nada de poder moverse porque la niña se ha dormido y si se despierta y no estoy... (Se oye llanto adentro.) ¡No ven, no ven! ¿Oyen ustedes? Muñecos del diablo. (Se acerca a la puerta de la izquierda.) ¡Mée! ¡Mée! ¡Mée! (Remedando el llanto.) ¡Berrea, condenada, hasta que te mueras! (Volviéndose hacia el público.) ¿Han visto cosa igual? ¡Ah! Y a todo esto estará Isidro... (Pausa.) ¿Han oído? ¿Han silbado, verdad? (Se acerca al balcón.) Sí... sí... es el mismo Isidro. Véanlo. (Haciendo señas.) ¿Qué? ¿Que vaya?... ¡ No, imposible !... No puedo... ¿Y los niños? (Se detiene un instante y volviéndose al público.) ¡Pobre Isidro!... Si se comprometen a no decir nada les contaré que me ha tirado un beso... así... ¿Se lo devuelvo? Sí, ¿verdad? (Volviéndose al balcón.) ¡Qué lástima! Ya se fué... Caramba... ¡Pero calle! ¡Allí va Luisa! La voy a llamar. Así charlaremos un rato... Chist... Chist... ¡Luisa!... Ya viene... Es una excelente muchacha... ¡Y sabe unas cosas de su patrona! Verán ustedes.