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Arturo se habia trasladado en una diligencia à la casa de campo de Mercedes, en cuya compañia estuvo hasta su regreso á la ciudad.

El amigo de Cárlos, estaba ardientemente apasionado de la protectora de Camila.

Mercedes, conociendo la nobleza del corazon de Arturo, correspondía á su amor.

El padre Anselmo, se ocupaba de los preparativos para la union de ambos.

En la tarde del tres de Noviembre, entraba Arturo aceleradamente en casa de Mercedes.

—Albricias, Mercedes!....Albricias!

—¿Qué hay Arturo?

—Adivina ó paga las albricias.

—Creo que no pago porque voy adivinando.

—¿Qué adivinas?

—Que ha tenido lugar la invasion que se espera, y el valiente Hornos ha derrotado la mashorca.

—No es cosa de patria.

—Entonces no sé lo que puede ser.

—Entonces tienes que pagarme la noticia.

—¿Es grande?

—Bastante.

—¡¡Has hallado á Cárlos!! gritó Mercedes,

—Nó: dijo Arturo con un acento de tristeza,

—No adivino.

—Pues paga.

—¿Qué exiges?

—Un beso en tu linda mano.