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Todo es alegre á esta hora
en que se despierta el mundo
de sueño triste y profundo:
el gallo á lo lejos canta,
y cada árbol, cada planta,
siente las celdillas llenas
de savia que les afluye,
y circulándoles huye
—sangre blanca—por sus venas.
Ya en los girones de bruma
que del lago se desprenden
y cual humareda ascienden,
el caserío se esfuma.
Ya empinada en el alero
coquetea la paloma,
y el fragante limonero
—arábico pebetero—
suelta en ráfagas su aroma.
Madruga el rústico; deja
el leñador la cabaña,
y, el hacha al hombro, se aleja
camino de la montaña.