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chiloe y concepción.—gran terremoto

chos que hacían el mismo viaje. En este camino es lo corriente tratarse como amistosos compañeros, y además se disfruta el privilegio, tan raro en Sudamérica, de viajar sin armas de fuego. En un principio el terreno se componía de una sucesión de valles y colinas, mas cerca de Castro se hace muy llano. El camino mismo constituye una verdadera curiosidad: está formado en toda su longitud, exceptuando unos cuantos trozos, de grandes troncos que, o bien son anchos y están colocados longitudinalmente, o bien estrechos y se hallan dispuestos en sentido transversal. En verano se puede caminar por él, aunque con alguna dificultad; pero en invierno, cuando la madera se pone resbaladiza con la lluvia, la marcha es mucho más penosa.

En esta época del año, el terreno de ambos lados se convierte en un cenagal, y con frecuencia se inunda: de aquí la necesidad de sujetar los troncos longitudinales mediante traviesas, que se fijan por los dos extremos con estacones clavados en tierra. Estos estacones hacen que sea peligrosa la caída de un jinete, porque hay gran probabilidad de caer sobre uno de ellos. Es notable, sin embargo, la destreza que los caballos chilotes han adquirido con la práctica. Al caminar por los pasos malos, donde los troncos se han salido de su sitio, aciertan a poner los cascos entre ellos con la seguridad y rapidez con que podría hacerlo un perro. Por ambas partes el camino está bordeado de una selva de alto arbolado, cuyos troncos se hallan entretejidos por cañas. Cuando alguna vez se presenta a la vista un gran trozo de esta avenida, sorprende su curiosa uniformidad: la blanca línea de maderos, estrechándose por un efecto de perspectiva, acaba por ocultarse en la selva sombría, o bien termina en un zigzag que asciende por una colina escalonada.

Aunque la distancia de San Carlos a Castro es sólo