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cuentos de carácter mas ligero y fantásticos, que tituló Libros pascuales. El primero de estos, Un villancico, apareció en 1813; el segundo, Las Gamas, se publicó en las pascuas de 1845; el tercero, El Grillo en el Hogar, siguióse en 1846; el cuarto, La batalla de la Vida, en el mismo año; el quinto, en fin, El hombre acosado y el contrato con el Espíritu, en 1848.

Fuera de estos, Dickens ha publicado las novelas de costumbres Dombey é hijo, de 1847 á 1848; Historia de David Copperfield, de 1849 á 1850; La pequeña Dorritt, en 1866, como también Un cuento acerca de dos ciudades, El viajero «o comerciante, Tiempos malos y Grandes presentimientos, que vieron primero la luz pública en el periódico semanal Todo el año.

En 1850, Dickens empeló la publicación de un periódico semanal titulado Household words, es decir, Palabras domesticas, que dirigió por varios años seguidos, pero habiendo reñido con los editores, terminó su publicación en 1859, y empezó la de otro bajo el mismo plan y forma, que tituló, All the year round, ó lo que es lo mismo, Todo el año, que aun ve la luz pública bajo su dirección. En 1864, el infatigable novelista empezó á publicar por entregas otra obra de imaginación y con grabados titulada, Nuestro mutuo amigo.

Dickens se ha distinguido también mucho como actor aficionado, y ha sido uno de los fundadores de El Gremio de Literatura y Arte, como asimismo un activo promotor del fondo de la Biblioteca real. El carácter de sus escritos es eminentemente satírico, sin tocar nunca en la mordacidad, ni descender al chiste vulgar y chocarrero.


FILIPINAS.—CAVITE Y UN CASCO.

BOTE DE SALVACIÓN PARA NAÚFRAGOS


LITERATURA.


UN ANGEL.

He visto pocas mujeres que se pareciesen por su belleza física, por sus cualidades morales, por su claro entendimiento á esos séres que nuestra imaginación se complace en creer los mas perfectos que han salido de las manos del Criador. Pocas, sí, he conocido, pero felizmente be conocido alguna, y he podido convencerme por completo de que no era ese un tipo fantástico forjado por Jos poetas. Desgraciadamente, desaparecen muy pronto de entre nosotros, yendo á aumentar el número de los ángeles en el cielo. Aunque joven todavía, también puedo esclamar con Víctor Hugo:

«¡Cuántas jóvenes he visto morir yo!» Y esas han sido precisamente, tal vez por una casualidad providencial, si puedo espresarme asi, las mejores de entre las buenas. Nuestra mente goza al hermanar la hermosura con la bondad, no porque siempre lo hermoso sea bueno, puesto que hay vasos preciosos que contienen un brevaje repugnante, sino porque esa inclinación, innata en nosotros, proviene del deseo, de la necesidad diré mejor, de que la belleza moral se vea completada por la belleza física. Por mucho que se admire á la mujer buena; por mas que nos bailemos dispuestos á concederla una perfección superior á la del mayor número, nos desconsuela ver que, por no ser su cuerpo hermoso también, no podemos forjar en nuestra mente mil quimeras que nos halaguen y cautiven. «Hermoso es el bien por sí; pero en una hermosa mas,» ha dicho Hartzenbusch, lo cual llena por completo mi pensamiento. Es esto tan cierto, que á la mujer bella la dispensamos con facilidad ciertas imperfecciones que no nos hallamos dispuestos á perdonar á la que no lo sea.