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día caminar! ¡aquellos dolores lo mataban!

La policía quiso llevarlo al Hospital, pero doña Teresa se opuso formalmente.

—¿No oían, acaso, como se quejaba Palombi? ¿No veían que no podía tenerse en pie?... Por otra parte ella lo cuidaría en su cuarto.

Provisoriamente se trasladó al enfermo a la cama matrimonial de don Juan.

El pobre almacenero, acusado de lesiones corporales graves, fué conducido a la Comisaría.

Y al cerrarse tras él la puerta de su casa, cesaron por completo y como por encantamiento los ayes del vapuleado Palombi que quedaba en el lecho de que el ofendido marido lo había arrancado poco hacía, violentamente.

Como este proceder le escocía, don Juan no pudo menos que decir:

—¡Mire que es salvaje esta policía!... ¡No vé que Palombi se hace el chancho rengo... no más?...