Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/58

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 58 —

graciado es gran consuelo ver, que él no es el único que en la desgracia está. Es la mala ventura de Tegualda el mejor consuelo que puedo conseguir, el único lenitivo para la herida que en mi amante pecho hizo la hija del ulmén. Ya vuelve Tulcomara. Serásme tú, forastero, buen compañero en mi infortunio. Hasta luego. Pronto volveré á t'i, para que tů, sin que lo sepas y sin quererlo por ventura, me consueles. (Váse).

ESCENA X
Tulcomara.

¡Tegualda! ¡Tegualda! ¡Oye pues! ¡Tegualda! Nadie más responde que el blando eco repitiendo el dulce nombre de Tegualda. ¡Tegualda! Probablemente habrá ido á ver al pagui. Espero pues un momento, luego ha de volver. Bien merece ese magnifico ejemplar de carnívoros tan grande, tan fuerte, tan bello y tan imponente, que mi Tegualda lo contemple. Solo á Tegualda ha de servir en adelante la ostentosa piel de ese magnífico regalo de Pillán. A lo que yo la piel en mis manos tenga, la secaré al sol y la sobaré, y se forrará en seguida con ella la manta, cual con Tegualda lo tengo acordado. El más bello pasatiempo que en mi vida tuve, me dará la confección de ese chamal. En tanto que Tegualda no se presenta, me acuesto aquí en muelle hierba, para descansar de las correrías del día. Esta pequeña eminencia me servirá de almohada. (Recuéstase. Se oye el sonido de una arpa. Tulcomara irgue la cabeza). ¿Música? ¿Es realidad estoy soñando? No, no es sueño; despierto estoy y percibo distintamente el sonido de algún instrumento. No es flauta, ni trutruca, ni cultrún, ni pito, que son los únicos instrumentos que conozco; mas aquí en esta Ciudad Encantada, donde tantas cosas nuevas se presentan á mi vista y mis oídos, es probable que tengan también instrumentos de música distintos de los que los demás araucanos usan. Son gratos al oído esos acordes que percibo. Algún guempín quizá, decantando las bellezas de las afueras de Lauquén, los despedirá. ¡Oh! seguid, seguid deleitando á mis oídos, dulces tonos que me hacéis recordar los más bellos días de mi infancia. Así también un viejo guempín las largas noches de invierno nos acortaba con las suaves melodías que sacaba de una flauta de simple coleo artísticamente confeccionado. Y cuánto más