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que río sin cesar y agito con mi voz todos los júbilos del mundo, acabo de tener un sueño triste.» «i Sí — respondió el segundo, — lo que es la vida ! Yo, que miro hasta los paisajes radiantes teñidos por mi tristeza, acabo de tener un sueño alegre.» Y aquel que había soñado tristemente, rió a carcajadas de su sueño, y aquel que había palpado felicidad durmiendo, sintió sus ojos llenos de lágrimas.

«Amigo — dijo el uno, — yo no creo en la existencia del dolor ; la vida es de gozo ; mi canto ahuyenta toda pena.» «Amigo — respondió el otro, — yo creo en el dolor, sé que mi cuerpo existe, porque sufre, y mi experiencia es hija de la amargura.»

Entonces, sobre una rama, oyóse la voz de un pájaro, que sin dejar comprender sus palabras, decía en el vuelo de su trino: «i Oh tú, siempre riente, tu risa es quizás la última ! ¡ Oh tú, hermano del sufrimiento, tus lágrimas van quizás a secarse !»

Despertadas por el canto, un torbellino de luciérnagas inundó el bosque. Hubo un estremecimiento de luces y de alas, y los viajeros miraron el espacio, para- ver si las estrellas descendían hasta el bosque. El instante vivió hermoso. Las hojas melancólicas caían llenas de gracia ; las luciérnagas volaban llenas de júbilo.LA VOZ.—7