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122 POLÍTICA DOMÉSTICA

—Sin embargo, la etiqueta es necesaria para soste- ner en los inferiores el respeto que deben á sus su- periores.

—No reconozco superiores, y nunca iré á sancio- nar con bajas demostraciones la injusticia de la suerte que ha hecho rica á una mujer que nada me importa, para relegarme yo á una clase humilde.

Como ví que Angustias empezaba á exasperarse la hice entrar en un templo donde había mucha gente. Un sacerdote celebraba un matrimonio, y la jóven desposada era notable por su hermosura y su aire simpático y decente.

—Vámonos—díjome Angustias—porque este es- pectáculo es insulso.

—Sin embargo, no me ha parecido mal la no- via.

—Parece un monstruo, y apostaría yo á quees una imbécil.

Salimos, y en el atrio de la iglesia nos encontra- mos con una elegante señora ricamente vestida. Apenas húbola visto, Angustias volvió los ojos para fijarlos en su propio traje que era sencillo, pero decente. Por casualidad, que me pareció muy sin- gular, dió un mal paso, y, quizás por no caerse, pisó sobre la cola del vestido de aquella dama, y le desgarró una blonda. Quise dar excusa...

—¡Bah!—dijo Angustias, deteniéndome—no vaya