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POLÍTICA DOMÉSTICA 281

que pueden causar. Mire usted, sino, cuántos hu- mildes artesanos hay felices en su mediania, y cuán- tas personas opulentas están desesperadas en su abundancia. Dichoso el que sabe economizar pla- ceres, porque ellos le harán feliz mientras los goce como descanso entre las fatigas y las penalidades de la vida, no á todo pasto como si el hombre hubiese venido al mundo solamente para gozar. Dichosa usted, señora, si concede con prudencia placeres á su niña, porque entonces no la verá nien el penoso afán de aquel que carece de todo, ni en la abatida si- tuación del que de todo se hastía. El corazón hu- mano desea incesantemente. Ese anhelo del alma que busca sin encontrar, si bien nunca se extingue, témplase al menos con las agradables emociones que experimentamos en el mundo; pero sí apuramos en poco tiempo los deleites que nos es dado dis- frutar ¿qué esperamos después? Muerta la esperanza, ¿qué sobrevendrá sino el desaliento y la desespera- ción? Créame, señora, no sea usted tan solícita en procurar á su hija tantos goces; ella es harto dichosa en poseer las caricias maternales, déjela gozar de ese bien; no la distraiga de esa dicha, prodigándole cosas supérfluas; que no se deslumbre su inocente alma, en frecuentes saraos. Sobre el regazo mater- no, en el hogar, hallará más solaz que en esas ex- terioridades que aún no puede comprender. Mas