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POLÍTICA DOMÉSTICA 295

les lágrimas expresan—¡desgraciado de él, si per- manece insensible al verlas correr! Lo que un niño desea, su hermano lo desea también; si la bondad ha sido cultivada en uno de los dos á lo menos, él juzgará que le es más fácil pasar sin una cosa, que privar de ella al otro; si uno de ellos cae enfermo, estarán á su disposición los juguetes del otro; si uno prefiere leer un cuento, tal vez el otro le mortifi- que hasta obligarle á dejar el libro; y si, aun habien- do llegado á impacientarse, cede—absteniéndose de recurrir á la madre para librarse del impertinente-— dará en esto una prueba de bondad.

La educación, demasiado severa en otro tiempo, establecía prontamente entre los hermanos una unión que les era por extremo necesaria, porque no tan en contacto con los padres, y tratados con me- nos indulgencia prestábanse mútuo apoyo y forma- ban partido contra el rigor de una autoridad temible para todos; pero hoy que esta autoridad no es des- pótica, que el niño que recurre á su madre pue- de obtener protección, sin temer ocasionar á su hermano un castigo severo, el cultivo de la fraterni- dad en la familia requiere solícitos cuidados.