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306 POLÍTICA DOMÉSTICA

que ella ha de tener más tarde en una familia nueva, ó convendrá guardar un silencio sistemático, apartar con cuidado y premeditación toda luz, y hacer callar las preguntas de una curiosidad juvenil, apla- zándolas para otra época? No podemos creer que sea prudente lanzar á una joven, sin ninguna prepa- ración, á la gran prueba del matrimonio, y dejar- la crearse ilusiones quiméricas de falsa libertad ó de pasión ideal, en vez de comprender las verdade- ras condicio1es del amor apacible y de la res- ponsabilidad materna. No queremos decir que sea necesario procurar de propósito esa clase de ad- vertencias; mas no creemos que se deban evitar, y nos parece que las conversaciones serias y tranqui- las que una madre puede tener con su hija, respecto á los afectos humanos y sus fragilidades, á las prue- bas que los esperan y á las faltas á que pueden indu- cir, serán mejor preservativo para la imaginación de una jóven; que la prohibición de leer novelas: la peor novela es aquella que una mujer joven se imagina en la soledad de sus delirios. «Importa mucho—dice la precitada escritora—que por me- dio de palabras, más femeniles que maternales, no presentemos con brillantez á la imaginación de las jóvenes el matrimonio, como iniciador de una era de emancipación. Seguramente, yo no quisiera que por exceso de prudencia se llevasen las cosas hasta el