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POLÍTICA DOMÉSTICA 315

consiste en la sencillez, en la discreción, en el pudor y en una armonía general, en la cual nada brilla en particular y todo es dulzura y encanto.

¿Es moral el condenar sin reserva la afición que hacia los adornos muestran las jóvenes, y el pro- hibirles todo aquello que no es estrictamente nece- sario? Tal vez sea extralimitación el proscribir uno de los más vivos instintos de la naturaleza fe- menina, pero estamos muy distantes de afirmar que convenga estimular esa afición, y creemos que es bueno perdonarla; el temor de los excesos no debe inducir al moralista á mentir, considerando como un mal lo que no lo es. «¿Le prohibiremos el deseo de agradar?—dice Madama Necker de Saussure. — Sin duda que no..... Si se tratase de la perfección absoluta, habría derecho a. exigir un motivo más pu- ro para hacerse agradable al mundo..... Pero se está tan distante de ella, que es necesario aceptar lo que hace soportable la sociedad; lo que establece comercio de seres racionales, en vez de expo- sición de rostros y trajes; lo que obliga, en fin, á que las pretensiones orgullosas se humanicen. Ne- cesario es, pues, dispensar gracias al deseo de agra- dar; pero condenemos la coquetería hasta en su grado mínimo.» No vemos ningún mal en el deseo de agradar, si es inocente, dirigido con prudencia y proporcionado á los medios de fortuna disponibles.