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328 POLÍTICA DOMÉSTICA

mía; puedo asegurar—y usted me creerá sin dificul- tad, porque sabe cómo quiero á mi hija —que me considero con valor, por la felicidad de mi María, para llorar todos los dias al despertar y no verla acercarse á mí. Pero ¿puedo estar segura de que separándome de ella le prepararé verdaderamente más felicidad? Noconozco los colegios de Buenos Aires; sin duda que deben de ser buenos, pero no los conozco; sé que en ellos se adquieren muchas habilidades ¡»reciosas, encantadoras, pero las habi- lidades no llenan la vida de una mujer: la que ha brillado en reuniones dos ó tres veces por sema- na, siempre necesita, después de todo, volver á bus- car en su hogar la felicidad ó las pesadumbres, y aun le es menester no encontrarlas sino en él. No conozco lo que se llama gran mundo, pero siempre he creido que una mujer, aun con algunas dificul- tades dentro de su casa, es más feliz que en cualquier otra parte donde está expuesta, independientemente de su voluntad, á una multitud de cosas, y donde, sin que lo pueda remediar, su satisfacción depende de una infinidad de personas; mientras en su hogar tiene mil ocupaciones que solo dependen de ella y que le prestan consuelos. He habituado á mi po- bre María á encontrarse bien en su casa, y está tan contenta, que no sé sí podrá acostumbrarse á vivir en otra parte; mas, aun suponiendo que pudiera