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POLÍTlCA DOMÉSTICA 49

de impaciencia y mal humor, y á prestar oportu- na ayuda en los asuntos domésticos, sin intentar jamás apoderarse de esa dirección; mientras que la mujer casada, que debe fundar en su casa el bie- nestar y la felicidad, está llamada á dirigir, á dictar reglas, á mandar.

Menester es, pues, que la recién casada considere atentamente, bajo todos respectos, su nueva situación; no es menos necesario que comience desde luego á estimular en su marido los gustos de la vida do- méstica, manantial de los más puros y dulces goces.

A la esposa corresponde mantener la debida pro- porción entre los ingresos y los gastos, ora le sea necesario, según la posición de su marido, renunciar los hábitos de lujo anteriormente contraidos, ora se halle en situación que le permita sostener su casa en estado más ventajoso que el del hogar paterno. En uno y otro caso, el proceder de la recién ca- sada requiere buen discernimiento.

Si la condición social de su marido la obliga á im- ponerse privaciones, necesario le será sujetarse á los principios de una rigurosa economía, cosa no fácil ni agradable, en verdad, cuando en situación más des- ahogada se han adquirido mejores gustos. Seme- jante cambio de modo de vivir tiene, desde luego, todo el peso de un gran sacrificio; pero la mujer sen- sata encuentra pronto amplia compensación en la