POLÍTlCA DOMÉSTICA 71
los que quieren mandar, y pocos los que están dis- puestos á obedecer; y por consiguiente, las grandes perturbaciones de la sociedad suelen ser consecuen- cia de las pequeñas insurrecciones domésticas.
El padre de familia, dedicando su actividad, su labor entera, al bienestar de su esposa y sus hijos, concediendo á estos últimos una prudente libertad, y educándolos con afecto siempre incapaz de exponer- los a los extravíos de una farniliaridad peligrosa, nun- ca debe dejar que se anule ó falsee la respetable autoridad que Dios le ha confiado.
La energía que en ciertos casos debe el padre asociar á su ternura, puede ser atemperada por la madre.
Tesoro inagotable de benignidad, el corazón ma- ternal dirige por medio de los afectos y puede mos- trarse aflijido por los correctivos impuestos; pero debe insistir en que sean reprimidas las faltas, sin poner jamás en duda la autoridad del padre, sin con- trarrestarla, que es lo que acontece con frecuencia.
La madre imprudente, celosa por adquirir la mejor parte en el amor de sus hijos, hace con ellos una es- pecie de alianza, y se declara en abierta rebelión con-
